CUARTA RELACIÓN
La cuarta relación que Hernando Cortés, Gobernador y Capitán General por Su Majestad en la Nueva España del Mar Océano, envió al Muy Alto y Muy Potentísimo lnvictísimo Señor Don Carlos, Emperador Siempre Augusto y Rey de España, Nuestro Señor, en la cual están otras cartas y relaciones que los capitanes Pedro de Alvarado y Diego Godoy enviaron al dicho capitán Fernando Cortés.
MUY Alto, Muy Poderoso y Excelentísimo Príncipe, Muy Católico e Invictísimo Emperador Rey y Señor:
En la relación que envié a Vuestra Majestad con Juan de Ribera de las cosas que en estas partes me habían sucedido después de la segunda que dellas a Vuestra Alteza envié, dije cómo por apaciguar y reducir al real servicio de Vuestra Majestad las provincias de Guatusco, Tuspequey Guatasca y las otras a ellas comarcanas que son en la Mar del Norte que desde el alzamiento desta cibdad estaban rebeladas había enviado al alguacil mayor con cierta gente, y lo que en su camino les había pasado, y cómo le había mandado que poblase en las dichas provincias y que pusiese nombre al pueblo la villa de Medellín. Resta que Vuestra Majestad sepa cómo se pobló la dicha villa y se apaciguó toda aquella tierra y provincias. Y pacífico, le envié más gente y le mandé que fuese a la costa arriba hasta la provincia de Guaçacalco, que está de adonde se pobló esta dicha villa cincuenta leguas y desta cibdad ciento y veinte, porque cuando yo en esta cibdad estaba, siendo vivo Moteeçuma, señor della, como siempre trabajé de saber todos los más secretos destas partes que me fue posible para hacer dellos entera relación a Vuestra Majestad, había enviado a Diego de Ordás, que en esa corte de Vuestra Majestad reside. Y los señores y naturales de la dicha provincia le habían rescibido de muy buena voluntad y se habían ofrescido por vasallos y súbditos de Vuestra Alteza. Y tenía noticia cómo en un muy grand río que por la dicha provincia pasa y sale a la mar había muy buen puerto para navíos porque el dicho Ordás y los que con él fueron lo habían rondado, y la tierra era muy aparejada para poblar en ella. Y por la falta que en esta costa hay de puertos deseaba hallar alguno que fuese bueno y poblar en él. Y mandé al dicho alguacil mayor que antes que entrase en la dicha provincia, desde la raya della enviase ciertos mensajeros que yo les di naturales desta cibdad a les hacer saber cómo iba por mi mandado, y que supiesen dellos si tenían aquella voluntad al servicio de Vuestra Majestad y a nuestra amistad que antes habían mostrado y ofrescido; y que les hiciese saber cómo por las guerras que yo había tenido con el señor desta cibdad y sus tierras no los había enviado a visitar tanto tiempo había, pero que yo siempre los había tenido por mis amigos y vasallos de Vuestra Alteza y como tales creyesen hallarían en mí buena voluntad para cualquier cosa que les cumpliese, y que para favorescerlos y ayudarlos en cualquier necesidad que tuviesen enviaba allí aquella gente para que poblasen aquella provincia. El dicho alguacil mayor y gente fueron y se hizo lo que yo le mandé, y no hallaron la voluntad que antes habían publicado, antes, la gente puesta a punto de guerra para no los consentir entrar en su tierra. Y él tuvo tan buena orden que con saltear una noche un pueblo donde prendió una señora a quien todos en aquellas partes obedescían se apaciguó, porque ella envió a llamar todos los señores y les mandó que obedesciese todo lo que se les quisiese mandar en nombre de Vuestra Majestad porque ella así lo había de hacer. Y así llegaron hasta el dicho río, y a cuatro leguas de la boca dél que sale a la mar, porque más cerca no se halló asiento, se pobló y fundó una villa a la cual se puso nombre El Spíritu Sancto. Y allí residió el dicho alguacil mayor algunos días hasta que se apaciguaron y trajeron al servicio de Vuestra Majestad otras muchas provincias comarcanas, que fueron la de Tabasco, que es en el río de la Vitoría, o de Grijalba que dicen, y la de Cimaclan y Quechula y Quiçaltepeque y otras que por ser pequeñas no espreso. Y los naturales dellas se depositaron y encomendaron a los vecinos de la dicha villa, y les han servido y sirven hasta agora. Y aunque algunas dellas, digo la de Cimaclan, Tacuasco y Cuiçaltepeque, se tornaron a rebelar, habrá un mes que yo envié un capitán y gente desta cibdad a las reducir al servicio de Vuestra Majestad y castigar su rebelión, y hasta agora no he sabido nuevas dél. Creo, queriendo Nuestro Señor, que harán mucho, porque llevaron buen aderezo de artillería y munición y ballesteros y gente de caballo.
También, Muy Católico Señor, en la relación que el dicho Juan de Ribera llevó hice saber a Vuestra Cesárea y Católica Majestad cómo una grand provincia que se dice Mechuacán que el señor della se llama Casulci se había ofrescido por sus mensajeros el dicho señor y naturales della por súbditos y vasallos de Vuestra Cesárea Majestad, y que había traído cierto presente, el cual envié con los procuradores que desta Nueva España fueron a Vuestra Alteza. Y porque la provincia y señorío de aquel señor Casulci, segúnd tuve relación de ciertos españoles que yo allá envié, era grande y se habían visto muestras de haber en ella mucha riqueza, y por ser tan cercana a esta grand cibdad, después que me hice de alguna más gente y caballos envié a ella un capitán con setenta de caballo y docientos peones bien adreszados de sus armas y artillería para que vIesen toda la dicha provincia y secretos della, y si tal fuese, que poblasen en la cibdad principal, Huicicila. E idos, fueron bien rescebidos del señor y naturales de la dicha provincia y aposentados en la dicha cibdad. Y demás de proveerlos de lo que tenían nescesidad para su mantenimiento les dieron hasta tres millmarcos de plata con cobre, que sería media plata, y hasta cinco millpesos de oro asimesmo envuelto con plata que no se le ha dado ley, y ropa de algodón y otras cosillas de las que ellos tienen, lo cual, sacado el quinto de Vuestra Majestad, se repartió por los españoles que a ella fueron. Y como a ellos no les satisficiese mucho la tierra para poblar, mostraron para ello mala voluntad y aun movieron algunas cosillas, por donde algunos fueron castigados. Y por esto los mandé volver a los que volverse quisieron, y a los demás mandé que fuesen con un capitán a la Mar del Sur, adonde yo tenía y tengo una villa que se dice Çacatula que hay desde la dicha cibdad de Huicicila cient leguas, y allí tengo en astillero cuatro navíos para descubrir por la mar todo lo que a mí fuere posible y Dios Nuestro Señor fuere servido. Y yendo este capitán y gente a la dicha cibdad de Çacatula, tuvieron noticia de una provincia que se dice Coliman que está apartada del camino que habían de llevar sobre la mano derecha, que es al poniente cincuenta leguas. Y con la gente que llevaba y con mucha de los amigos de aquella provincia de Michuacan fue allá sin mi licencia y entró algunas jornadas donde hobo con los naturales algunos rencuentros. Y aunque eran cuarenta de caballo y más de cient peones ballesteros y rodeleros, los desbarataron y echaron fuera de la tierra y les mataron tres españoles y mucha gente de los amigos y se fueron a la dicha cibdad de Çacatula. Y sabido por mí, mandé traer preso al capitán y le castigué su inobediencia.
Porque en la relación que a Vuestra Cesárea Majestad hice de cómo había inviado a Pedro de Alvarado a la provincia de Tututepeque, que es en la Mar del Sur, no hobo más que decir de cómo había llegado a ella y tenía presos al señor y a un hijo suyo. Y de cierto oro que le presentaron y de ciertas muestras de oro de minas y perlas que asimismo hobo, porque hasta aquí tampoco no había más que escribir sabrá Vuestra Excelsitud que en respuesta destas nuevas que me envió le mandé que luego en aquella provincia buscase un sitio conveniente y poblase en él. Y mandé también que los vecinos de la villa de Segura la Frontera se pasasen a aquel pueblo porque ya del que estaba allí no había nescesidad por ser tan cerca de aquí, y así se hizo, y se llamó el pueblo Segura la Frontera como el que antes estaba hecho. Y los naturales de aquella provincia y de la de Guaxaca y Coaclan y Coasclahuaca y Tachquiaco y otras allí comarcanas se repartieron en los vecinos de aquella villa y les servían y aprovechaban con toda voluntad y quedó en ella por justicia y capitán en mi lugar el dicho Pedro de Alvarado. Y acaesció que estando yo conquistando la provincia de Pánuco, como adelante a Vuesta Majestad diré, los alcaldes y regidores de aquella villa le rogaron al dicho Pedro de Alvarado que él viniese con su poder a mí a negociar ciertas cosas que ellos le encomendaron, lo cual aceptó. Y venido, los dichos alcaldes y regidores hicieron cierta liga y monipodio convocando la comunidad e hicieron alcalde, y contra la voluntad de otro que allí el dicho Pedro de Alvarado había dejado por capitán despoblaron la dicha villa y se vinieron a la provincia de Guaxaca, que fue cabsa de mucho desasosiego y alboroto en aquellas partes. Y como el que allí quedó por capitán me lo hizo saber, invié a Diego de Campo, alcalde mayor, para que hobiese la información de lo que pasaba y castigase a los culpados. Sabido por ellos, se ausentaron y anduvieron ausentes algunos días hasta que yo los prendí, por manera que el dicho alcalde mayor no pudo haber más de al uno de los rebeldes, al cual sentencíó a muerte natural. Y apeló para ante mí. Y después que yo prendí los otros los mandé entregar al dicho alcalde mayor, el cual asimismo procedió contra ellos y los sentenció como al otro, y apelaron también. Ya los pleitos están conclusos para los sentenciar en segunda instancia ante mí y los he visto. Pienso, aunque fue grave su yerro, habiendo respecto al mucho tiempo que ha que están presos, conmutarles la pena de la muerte a que fueron sentenciados en muerte civil, que es desterrarlos destas partes y mandarles que no entren en ella sin licencia de Vuestra Majestad so pena que incurran en la pena de la primera sentencia.
En este medio tiempo murió el señor de la dicha provincia de Tututepeque, y ella y las otras comarcanas se rebelaron. E invié al dicho Pedro de Alvarado con gente y con un hijo del dicho señor que yo tenía en mi poder, y aunque hobieron algunos rencuentros y mataron algunos españoles, las tornó a rendir al servicio de Vuestra Majestad. Y están agora pacíficas y sirven a los españoles que están depositadas muy pacífica y seguramente, aunque no se tornó a poblar la villa por falta de gente y porque al presente no hay dello nescesidad, porque con el castigo pasado quedaron domados de manera que hasta esta cibdad vienen a lo que les mandan.
Luego como se recobró esta cibdad de Temixtitán y lo a ella subjeto fue reducido a la imperial corona de Vuestra Cesárea Majestad dos provincias que están a cuarenta leguas della al norte que confinan con la provincia de Pánuco, que se llaman Tututepeque y Mezquitan, de tierra asaz fuerte, bien husitada en el ejercicio de las armas por los contrarios que de todas partes tienen. Viendo lo que con esta gente se había hecho y cómo a Vuestra Alteza ninguna cosa se amparaba, me inviaron sus mensajeros y se ofrescieron por sus súbditos y vasallos. Yo los rescebí en el real nombre de Vuestra Alteza y por tales quedaron y estuvieron siempre hasta después de la venida de Cristóbal de Tapia, que con los bullicios y desasosiegos que en estas otras gentes causó, ellos no sólo dejaron de prestar la obidiencia que antes habían ofrescido, mas aun hicieron muchos daños en los comarcanos a su tierra que eran vasallos de Vuestra Católica Majestad, quemando muchos pueblos y matando mucha gente. Y aunque a aquella coyuntura yo no tenía mucha sobra de gente por la tener en tantas partes dividida, viendo que dejar de proveer esto era grand daño, temiendo que aquellas gentes que confinaban con aquellas provincias no se juntasen con aquellos por temor del daño que rescebían y aun porque yo no estaba satisfecho de su voluntad, invié un capitán con treinta de caballo y cient peones ballesteros y escopeteros y rodeleros y con mucha gente de los amigos, los cuales fueron y hobieron con ellos ciertos rencuentros en que les mataron alguna gente de nuestros amigos y dos españoles. Y plugo a Nuestro Señor que ellos de su voluntad volvieron de paz y me trujeron los señores, a los cuales yo perdoné por haberse ellos venido sin habellos prendido. Después, estando yo en la provincia de Pánuco, los naturales destas partes echaron fama que yo me iba a Castilla, que causó harto alboroto. Y una destas dos provincias que se dice Tututepeque se tornó a rebelar, y bajó de su tierra el señor y quemó más de veinte pueblos de los de nuestros amigos y mató y prendió mucha gente dellos. Y por esto, veniéndome yo de camino de aquella provincia de Pánuco, los torné a conquistar, y aunque a la entrada mataron alguna gente de nuestros amigos que quedaba rezagada y por las sierras reventaron diez o doce caballos por el aspereza de llas, se conquistó toda la provincia y fue preso el señor y un hermano suyo mochacho y otro capitán general suyo que tenía la una frontera de la tierra. El cual dicho señor y su capitán fueron luego ahorcados, y todos los que se prendieron en la guerra hechos esclavos, que serían hasta ducientas personas, los cuales se herraron y vendieron en almoneda. Y pagado el quinto que dello pertenesció a Vuestra Majestad, lo demás se repartió entre los que se hallaron en la guerra, aunque no hobo para pagar el tercio de los caballos que murieron, porque por ser la tierra pobre no se hobo otro despojo. La demás gente que en la dicha provincia quedó vino de paz y lo está, y por señor della aquel mochacho hermano del señor que murió, aunque al presente no sirve ni aprovecha de nada - por ser la tierra como es pobre, como dije - más de tener seguridad della que no nos alborote los que sirven, y aun para más seguridad he puesto en ella algunos naturales de los desta tierra.
A esta sazón, Invictísimo César, llegó al puerto de la villa del Espritu Sancto, de que ya en los capítulos antes déste he fecho mención, un bergantinejo harto pequeño que venía de Cuba, y en él un Juan Bono de Quexo que con el armada que Pánfilo de Narváez trajo había venido a esta tierra por maestre de un navío de los que en la dicha armada vinieron. Y segúnd paresció por despachos que traía, venía por mandado de don Juan de Fonseca, obispo de Burgos, creyendo que Cristóbal de Tapia, que él había rodeado que viniese por gobernador a esta tierra, estaba en ella, para que si en su rescibimiento hobiese contradición, como él temía por la notoria razón que a temerlo le incitaba. E invióle por la isla de Cuba para que lo comunicase con Diego Velázquez, como lo hizo, y él le dio el bergantín en que pasase. Traía el dícho Juan Bono hasta cient cartas de un tenor firmadas del dicho obispo y aun creo que en blanco, para que diese a las personas que acá estaban que a Juan Bono le paresciese, diciéndoles que sirvirían mucho a Vuestra Cesárea Majestad en que el dicho Tapia fuese rescebido y que por ello les prometía muy crecidas mercedes, y que supiesen que en mi compañía estaban contra la voluntad de Vuestra Excelencia, y otras muchas cosas harto incitadoras a bullicio y desasosiego. Y a mí me escribió otra carta diciéndome lo mesmo, y que si yo obedesciese al dicho Tapia, que el haría con Vuestra Alteza que me hiciese señaladas mercedes; donde no, que tuviese por cierto que me había de ser mortal enemigo. Y la venida deste Juan Bono y las cartas que trajo pusieron tanta alteración en la gente de mi compañía que certifico a Vuestra Majestad que si yo no los asegurara diciendo la causa porque el obispo aquello les escrebía y que no temiesen sus amenazas y que el mayor servicio que a Vuestra Cesárea Majestad recebiría y por donde más mercedes les mandaría hacer era por no consentir que el obispo ni cosa suya se entremetiese en estas partes, porque era con intención de asconder la verdad dellas a Vuestra Alteza y pedir mercedes en ellas sin que Vuestra Majestad supiese lo que le daba, que hobiera harto que hacer en los apaciguar. En especial que fui informado, aunque lo desimulé por el tiempo , que algunos habían puesto en plática que pues en pago de sus servicios se les ponian temores, que era bien, pues había comunidad en Castilla, que la hiciesen acá hasta que Vuestra Alteza fuese informado de la verdad, pues el obispo tenía tanta mano en esta negociación que hacía que sus relaciones no viniesen a noticia de Vuestra Alteza; y que tenía los oficios de la Casa de la Contratación de Sevilla de su mano y que allí eran maltratados sus mensajeros y tomadas sus relaciones y cartas y sus dineros, y se les defendía que no les viniese socorro de gente ni armas ni bastimentos. Pero con hacerles yo saber lo que arriba digo y que Vuestra Majestad de ninguna cosa era sabidor y que tuviesen por cierto que, sabido por Vuestra Alteza, serian gratificados sus servicios y fechas por ellos aquellas mercedes que los buenos y leales vasallos que a su rey y señor sirven como ellos han servido merescen, se aseguraron. Y con la merced que Vuestra Excelsitud tuvo por bien de me mandar facer con sus reales provisiones han estado y están tan contentos y sirven con tanta voluntad cual el fruto de sus servicios da testimonio, y por ellos merescen que Vuestra Alteza les mandase hacer mercedes pues tan bien lo han servido y sirven y tienen voluntad de servir. Y yo por mi parte muy humillmente a Vuestra Majestad lo suplico, porque no menos merced yo rescebiré la que a cualquiera dellos mandare hacer que si a mi se hiciese, pues yo sin ellos no podría haber servido a Vuestra Alteza como lo he fecho. En especial suplico a Vuestra Alteza muy homillmente les mande escrebir teniéndoles en servicio los trabajos que en su servicio han puesto y ofresciéndoles por ello mercedes, porque demás de pagar deuda que en esto Vuestra Majestad debe, es animarlos para que de aquí adelante con muy mejor voluntad lo hagan.
Por una cédula que Vuestra Cesárea Majestad a pedimiento de Juan de Ribera mandó proveer en lo que tocaba al adelantado Francisco de Garay, paresce que Vuestra Alteza fue informado cómo yo estaba para ir o enviar al río de Pánuco a lo pacificar, a causa que en aquel río se decía haber buen puerto y porque en él habían muerto muchos españoles, ansí de los de un capitán que a él invió el dicho Francisco de Garay como de otra nao que después con tiempo dio en aquella costa, que no dejaron alguno vivo. Y porque algunos de los naturales de aquellas partes habían venido a mí a desculparse de aquellas muertes, diciéndome que ellos lo habían hecho porque supieron que no eran de mi compañía y porque habían sido dellos maltratados; y que si yo quisiese allí inviar gente de mi compañía, que ellos lo ternían en mucho y los servirían en todo lo que ellos pudiesen, y que me agadescerían mucho que los inviase, [así] porque temían que aquella gente con quien ellos habían peleado volverían sobre ellos a se vengar como porque tenían ciertos comarcanos sus enemigos de quien rescebían daño, y que con los españoles que yo les diese se favorecerían. Y porque cuando éstos vinieron yo tenía falta de gente, no pude complir lo que me pedían, pero prometíles que lo haría lo más brevemente que yo pudiese. Y con esto se fueron contentos, quedando ofrecidos por vasallos de Vuestra Majestad diez o doce pueblos de los más comarcanos a la raya de los súbditos a esta cibdad. Y dende a pocos días tornaron a venir ahincándome mucho que pues que yo inviaba españoles a poblar a muchas partes, que inviase a poblar allí con ellos, porque rescebían mucho daño de aquellos sus contrarios y de los del mesmo río que están a la costa de la mar, que aunque eran todos unos, por haberse venido a mí les hacían mal tratamiento. Y por complir con éstos y por poblar aquella la tierra y también porque ya tenía alguna más gente, señalé un capitán con ciertos compañeros para que fuesen al dicho río. Y estando para se partir, supe de un navío que vino de la isla de Cuba cómo el almirante don Diego Colón y los adelantados Diego Velázquez y Francisco de Garay quedaban juntos en la dicha isla y muy confederados para entrar por allí como mis enemigos [a] hacerme todo el daño que pudiesen. Y porque su mala voluntad no hobiese efeto y por escusar que con su venida no se ofresciese semejante alboroto y desconcierto como el que se ofresció con la venida de Narváez, determinéme, dejando en esta cibdad el mejor recabdo que yo pude, de ir yo por mi persona, porque si allí ellos o algunos dellos viniesen, se encontrasen conmigo antes que con otro, porque podría yo mejor escusar el daño. Y así me partí con ciento y veinte de caballo y con trecientos peones y alguna artillería y hasta cuarenta millhombres de guerra de los naturales desta cibdad y sus comarcas. Y llegado a la raya de su tierra bien veinte y cinco leguas de antes de llegar al puerto, en una población que se dice Ayutuscotaclan me salieron al camino mucha gente de guerra y peleamos con ellos. Y así por tener yo tanta gente de los amigos como ellos venían como por ser el lugar llano y aparejado para los caballos, no turó mucho la batalla. Y aunque me hirieron algunos caballos y españoles y murieron algunos de nuestros amigos, fue suya la peor parte, porque fueron muertos muchos dellos y desbaratados. Allí en aquel pueblo me estuve dos o tres días, ansí por curar los herídos como porque vinieron allí a mí los que acá se habían venido a ofrecer por vasallos de Vuestra Alteza, y desde allí me siguieron fasta llegar al puerto y desde allí adelante sirvieron en todo lo que podían. Yo fui por mis jornadas hasta llegar al puerto y en ninguna parte tuve recuentro con ellos, antes los del camino por donde yo iba salieron a pedir perdón de su yerro y ofrescerse al real servicio de Vuestra Alteza. Llegado al dicho puerto y río, me aposenté en un pueblo cinco leguas de la mar que se dice Chila, que estaba despoblado y quemado porque allí fue donde desbarataron al capitán y gente de Francisco de Garay. Y de allí invié mensajeros de la otra parte del río y por aquellas lagunas, que todas están pobladas de grandes pueblos de gente, a les decir que no temiesen que por lo pasado yo les haría ningúnd daño, que bien sabía que por el mal tratamiento que habían rescebido de aquella gente se habían alzado contra ellos y que no tenían culpa. Y nunca quisieron venir, antes maltrataron los mensajeros y aun mataron algunos dellos. Y porque de la otra parte del río estaba el agua dulce de donde nos bastecíamos, poníanse allí y salteaban a los que iban por ella. Estuve ansí más de quince días creyendo podría atraerlos por bien, y que viendo que los que habían venido eran bien tratados ellos ansimesmo lo harían, mas tenían tanta confianza en la fortaleza de aquellas lagunas donde estaban que nunca quisieron. Viendo que por bien ninguna cosa me aprovechaba, comencé a buscar remedio. Y con unas canoas que al prencipio allí habíamos habido se tomaron más, y con ellas una noche comencé a pasar ciertos caballos de la otra parte del río y gente, y cuando amanesció ya había había copia de gente y caballos de la otra parte sin ser sentidos. Y yo pasé dejando en mi real buen recabdo, y como nos sintieron de la otra parte, vino mucha copia de gente y dieron tan reciamente sobre nosotros que después que yo estoy en estas partes no he visto acometer en el campo tan denodadamente como aquellos nos acometieron, y matáronnos dos caballos e hiriéronnos más de otros diez caballos tan malamente que no pudieron ir en aquella jornada. Y con ayuda de Nuestro Señor ellos fueron desbaratados y se siguió el alcance cerca de una legua, donde murieron muchos dellos. Y con hasta treinta de caballo que me quedaron y con cient peones seguí todavía mi camino y aquel día dormí en un pueblo tres leguas del real que hallé despoblado, y en las mezquitas deste pueblo se hallaron muchas cosas de los españoles que mataron de los de Francisco de Garay Otro día comencé a caminar por la costa de una laguna adelante por buscar pasos para pasar a la otra parte della, porque parescía gente y pueblos. Y anduve todo el día sin se hallar cabo ni por dónde pasar, y ya que era hora de vísperas vimos a vista un pueblo muy hermoso y tomamos el camino para allá, que todavía era por la costa de aquella laguna. Y llegados cerca, era ya tarde y no parescía en él gente. Y para más asegurar mandé a diez de caballo que entrasen en el pueblo por el camino derecho, y yo con otros diez tomé la halda dél hacia la laguna porque los otros diez traían la retraguarda y no eran llegados. Y en entrando por el pueblo paresció mucha cantidad de gente que estaban ascondidos en celada dentro de las casas para tomarnos descuidados, y pelearon tan reciamente que nos mataron un caballo e hirieron casi todos los otros y muchos de los españoles. Y tuvieron tanto tesón en pelear y turó grand rato, y fueron rompidos tres o cuatro veces y tantas se tornaban a rehacer. Y fechos una muela, hincaban las rodillas en el suelo y sin hablar ni dar grita como lo suelen los otros nos esperaban, y ninguna vez entrábamos por ellos que no empleaban muchas flechas, y tantas que si no fuéramos bien armados, se aprovecharan harto de nosotros y aun creo no escapara ninguno. Y quiso Nuestro Señor que a un río que pasaba junto y entraba en aquella laguna que yo había seguido todo el día, algunos de los que más cercanos estaban a él se comenzaron a echar al agua, y tras aquellos comenzaron a huir los otros al mismo río y así se desbarataron, aunque no huyeron más de hasta pasar el río. Y ellos de la una parte y nosotros de la otra nos estuvimos hasta que cerró la noche, porque por ser muy hondo el río no podíamos pasar a ellos, y aun también no nos pesó cuando ellos le pasaron. Y así nos volvimos al pueblo, que estaría un tiro de honda del río, y allí con la mejor guarda que podimos estuvimos aquella noche. Y comimos el caballo que nos mataron, porque no había otro bastimento. Otro día siguiente salimos por un camino porque ya no parescía gente de la del día pasado, y por él fuimos a dar en tres o cuatro pueblos donde no se halló gente ninguna ni otra cosa, si no eran algunas bodegas del vino que ellos hacen, donde hallamos asaz tinajas dello. Aquel día pasamos sin topar gente ninguna y dormimos en el campo, porque hallamos unos maizales donde la gente y los caballos tuvieron algúnd refresco. Y desta manera anduve dos días o tres sin hallar gente ninguna, aunque pasamos muchos pueblos. Y porque la nescesidad del bastimento nos aquejaba - que en todo este tiempo entre todos no hobo cincuenta libras de pan - nos volvimos al real, y hallé la gente que en él había dejado muy buena y sin haber habido rencuentro ninguno. Y luego, porque me paresció que toda la gente quedaba de aquella parte de aquella laguna que yo no había podido pasar, hice una noche echar gente y caballos con las canoas de aquella parte y que fuese gente de ballesteros y escopeteros por la laguna arríba y la otra gente por la tierra, y desta manera dieron sobre un gran pueblo donde, como los tomaron descuidados, mataron mucha gente. Y de aquel salto cobraron tanto temor de ver que estando cercados de agua los había salteado sin sentirlo, que luego comenzaron a venir de paz, y en casi veinte días vino toda la tierra de paz y se ofrescieron por vasallos de Vuestra Majestad . Ya que la tierra estaba pacífica, invié por todas las partes della personas que la visitasen y me trujiesen relación de los pueblos y gente. Y traída, busqué el mejor asiento que por allí me paresció y fundé en él una villa que puse por nombre Santisteban del Puerto, y a los que allí quisieron quedar por vecinos les deposité en nombre de Vuestra Majestad en aquellos pueblos con que se sostuviesen. Y hechos alcaldes y regidores y dejando allí un lugarteniente de capitán, quedaron en la dicha villa de los vecinos treinta de caballo y cient peones y dejéles un barco y un chinchorro que me habían traído de la villa de la Vera Cruz para bastimento. Y asimesmo me envió de la dicha villa un criado mío que allí estaba un navío cargado de bastimentos de carne y pan y vino y aceite y vinagre y otras cosas, el cual se perdió con todo y aun dejó en una isleta en la mar que está cinco leguas de la tierra tres hombres, por los cuales yo invié después en un barco. Y los hallaron vivos, y manteníanse de muchos lobos marinos que hay en la isleta y de una fruta que decían que era como higos. Certifico a Vuestra Majestad que esta ida me costó a mí solo más de treinta millpesos de oro, como podrá Vuestra Majestad mandar ver si fuere servido por las cuentas dello, y a los que conmigo fueron otros tantos de costas de caballos y bastimentos y armas y herraje, porque a la sazón lo pesaban a oro o dos veces a plata. Mas por verse Vuestra Majestad servido en aquel camino tanto todos lo tuvimos por bien, aunque más gasto se nos ofresciera, porque demás de quedar aquellos indios debajo del imperial yugo de Vuestra Majestad hizo mucho fruto nuestra ida, porque luego aportó allí un navío con mucha gente y bastimentos y dieron allí en la tierra, que no pudieron hacer otra cosa, y si la tierra no estuviera de paz no escapara ninguno, como los del otro que antes habían muerto. Y hallamos las caras propias de los españoles desholladas en sus oratorias, digo, los cueros dellas, curados en tal manera que muchos dellos se conoscieron. Y aun cuando el adelantado Francisco de Garay llegó a la dicha tierrra, como adelante a Vuestra Sacra Majestad haré relación, no quedara él ni ninguno de los que con él venían a vida - con tiempo fueron a dar treinta leguas abajo del dicho río de Pánuco y perdieron algunos navíos y salieron todos a tierra muy destrozados - si la gente no hallaran en paz, que los trujieron a cuestas y los sirvieron hasta ponellos en el pueblo de los españoles, que sin otra guerra se murieran todos. Así que no fue poco bien estar aquella tierra de paz.
En los capítulos antes déste, Excelentísimo Príncipe, dije cómo veniendo de camino después de haber pacificado la provincia de Pánuco se conquistó la proviencia de Tututepeque, que estaba rebelada, y todo lo que en ella se hizo, porque tenía nueva que una provincia que está cerca de la Mar del Sur que se llama Impilcingo, que es de la calidad désta de Tututepeque en fortaleza de sierras y aspereza de la tierra y de gente no menos belicosa, los naturales della hacían mucho daño en los vasallos de Vuestra Cesárea Majestad que confinan con su tierra, y dellos se me habían venido a quejar y pidir socorro. Aunque la gente que conmigo venía no estaba muy descansada, porque hay de una mar a otra docientas leguas por aquel camino, junté luego veinte y cinco de caballo y setenta u ochenta peones, y con un capitán los mandé ir a la dicha provincia. Y en la instrución que llevaba le mandé que trabajase de los atraer al servicio de Vuestra Alteza por bien, y si no quisiesen, les hiciese la guerra. El cual fue y hobo con ellos ciertos recuentros, y por ser la tierra tan áspera no pudo dejarla del todo conquistada. Y porque yo le mandé en la dicha su instrución que hecho aquello, se fuese a la cibdad de Çacatula y con la gente que llevaba y con la que más de allí pudiese sacar fuese a la provincia de Coliman - donde en los capítulos pasados dije que habían desbaratado aquel capitán y gente que iba de la proviencia de Michuacan para la dicha cibdad - y que trabajase de los atraer por bien y si no, los conquistase, el se fue, y de la gente que llevaba y de la que allá tomó juntó cincuenta de caballo y ciento y cincuenta peones y se fue a la dicha provincia que está de la dicha cibdad de Cacatula costa del Mar del Sur abajo sesenta leguas, y por el camino pacificó algunos pueblos que no estaban pacíficos. Y llegó a la dicha proviencia, y en la parte que al otro capitán habían desbaratado halló mucha gente de guerra que le estaban esperando, creyendo ha berse con él como con el otro. Ansí rompieron los unos y los otros, y plugo a Nuestro Señor que la vitoria fue por los nuestros sin morir ninguno dellos, aunque a muchos y a los caballos ferieron. Y los enemigos pagaron bien el daño que había hecho, y fue tan bueno el castigo que sin más guerra se dio luego toda la tierra de paz. Y no solamente esta proviencia, mas aun otras muchas cercanas a ella vinieron a se ofrescer por vasallos de Vuestra Cesárea Majestad, que fueron Aliman, Colimote [y] Cegoatan. Y de allí me escribió todo lo que le había sucedido, y le invié a mandar que buscase un asiento que fuese bueno y en él se fundase una villa y que le pusiesen por nombre Coliman, como la dicha proviencia. Y le invié nombramiento de alcaldes y regidores para ella y le mandé que hiciese la visitación de los pueblos y gente de aquellas proviencias y me la trujiese con toda la más relación y secretos de la tierra que pudiese saber, el cual vino y la trajo, y cierta muestra de perlas que halló. Y yo repartí en nombre de Vuestra Majestad los pueblos de aquellas proviencias a los vecinos que allá quedaron, que fueron veinte y cinco de caballo y ciento y veinte peones. Y entre la relación que de aquellas proviencias hizo trujo nueva de un muy buen puerto que en aquella costa se había hallado, de que holgué mucho, porque hay pocos. Y asimismo me trajo relación de los señores de la proviencia de Hyuatan, que se afirman mucho haber una isla toda poblada de mujeres sin varón ninguno, y que en ciertos tiempos van de la tierra firme hombres con los cuales ellas han aceso, y las que quedan preñadas si paren mujeres las guardan, y si hombres, los echan de su compañía; y que esta isla está diez jornadas desta proviencia y que muchos dellos han ido allá y la han visto. Dícenme asimesmo que es muy rica de perlas y oro. Yo trabajaré, en teniendo aparejo, de saber la verdad y hacer dello larga relación a Vuestra Majestad.
Viniendo de la provincia de Pánuco, en una cibdad que se dice Tuçapan llegaron dos hombres españoles que yo había inviado con algunas personas de los naturales de la cibdad de Temixtitán y con otros de la proviencia de Sonsomisco - que es en la Mar del Sur la costa arriba hacia adonde está Pedrarias de Avila, gobernador de Vuestra Alteza, docientas leguas desta grand cibdad de Temixtitán - a unas cibdades de que muchos días había que yo tengo noticia, que se llaman Uclaclan y Buatemala y están desta proviencia de Soncomilco otras sesenta leguas, con los cuales dichos españoles venieron hasta cien personas de los naturales de aquellas cibdades por mandado de los señores dellas, ofresciéndose por vasallos y súbditos de Vuestra Cesárea Majestad. Y yo los rescebí en su real nombre y les certifiqué que queriendo ellos y haciendo lo que allí ofrescían, serían de mí y de los de mi compañía en el real nombre de Vuestra Alteza muy bien tratados y favorescidos, y les di ansí a ellos como para que llevasen a sus señores algunas cosas de las que yo tenía y ellos en algo estiman, y tomé a inviar con ellos otros dos españoles para que les proveyesen de las cosas nescesarias por los caminos. Después acá he sido informado de ciertos españoles que yo tengo en la provincia de Sonsomico cómo aquestas cibdades con su proviencia y otra que se dice de Chiapan que está cerca dellas no tienen aquella voluntad que primero mostraron y ofrescieron, antes diz que hacen daño en aquellos pueblos de Soncomisco porque son nuestros amigos y por otra parte me escriben los dichos cristianos que invían allí siempre mensajeros y que se desculpan que ellos no lo hacen, sino otros. Y para saber la verdad desto yo tenía a Pedro de Alvarado despachado con ochenta y tantos de caballo y docientos peones, en que iban muchos ballesteros y escopeteros y cuatro tiros de artillería con mucha munición y pólvora. Y asimismo tenía hecha cierta armada de navíos de que inviaba por capitán un Cristóbal Dolit, que pasó en mi compañía, para la inviar por la costa del norte a poblar la punta o cabo de Ybueras, que está sesenta leguas de la bahía de la Asunción, que es a barlovento de lo que llaman Yucatán la costa arriba de la Tierra Firme hacia el Darién, así porque tengo mucha información que aquella tierra es muy rica como porque hay opinión de muchos pilotos que por aquella bahía sale estrecho a la otra mar, que es la cosa que yo en este mundo más deseo topar por el gran servicio que se me representa que dello Vuestra Cesárea Majestad rescebería. Y estando estos dos capitanes a punto con todo lo nescesario al camino de cada uno, vino un mensajero de la villa de Santisteban del Puerto, que yo poblé en el río de Pánuco, por el cual los alcaldes della me hacían saber cómo el adelantado Francisco de Garay había llegado al dicho río con ciento y veinte de caballo y cuatrocientos peones y mucha artillería, y que se intitulaba gobernador de aquella tierra y que así lo hacía decir a los naturales de aquella tierra con una lengua que consigo traía, y que les decía que les vengaría de los daños que en la guerra pasada de mí habían rescibido, y que fuesen con él para echar de allí aquellos españoles que yo allí tenía y a los que más yo inviase, y que les ayudaría a ello y otras muchas cosas de escándalo, y que los naturales estaban algo alborotados. Y para más certificarme a mí de la sospecha de la confederación suya con el almirante y con Diego Velázquez, dende a pocos días llegó al dicho río una carabela de la isla de Cuba, y en ella venían ciertos amigos y críados de Diego Velázquez y un criado del obispo de Burgos que diz que venía proveído de fator de Yucatán, y toda la más compañía eran criados y parientes de Diego Velázquez y criados del almirante. Sabida por mí esta nueva, aunque estaba manco de un brazo de una caída de un caballo y en la cama, me determiné de ir allá a me ver con él para escusar aquel alboroto. Y luego envié delante al dicho Pedro de Alvarado con toda la gente que tenía hecha para su camino, y yo me había de partIr dende a dos días. Y ya que mi cama y todo era ido camino y estaba diez leguas desta cibdad donde yo había de ir otro día a dormir, llegó un mensajero de la villa de la Vera Cruz casi a medianoche y me trajo cartas de un navío que era llegado de España, y con ellas una cédula firmada del real nombre de Vuestra Majestad, y por ella mandaba al dicho adelantado Francisco de Garay que no se entremetiese en el dicho río ni en ninguna cosa que yo tuviese poblado, porque Vuestra Majestad era servido que yo lo tuviese en su real nombre, por lo cual cien millveces los reales pies de Vuestra Cesárea Majestad beso. Con la venida desta cédula cesó mi camino, que no me fue poco provechoso a mi salud, porque había sesenta días que no dormía y estaba con mucho trabajo y a partirme a aquella sazón no había de mí mucha seguridad, mas posponíalo todo y tenía por mejor morir en esta jornada que por guardar mi vida ser cabsa de muchos escándalos y alborotos y otras muertes que estaban muy notorias. Y despaché luego a Diego de acampo, alcalde mayor, con la dicha cédula para que seguiese a Pedro de Alvarado, y yo le di una carta para él mandándole que en ninguna manera se acercase adonde la gente del adelantado estaba porque no se revolviesen, y mandé al dicho alcalde mayor que notificase aquella cédula al adelantado y que luego me respondiese lo que decía. El cual se partió a la más priesa que pudo y llegó a la proviencia de los Guatescas, adonde había estado Pedro de Alvarado, el cual se había ya entrado la proviencia adentro. Y como supo que iba el alcalde mayor y yo me quedaba, le hizo saber luego cómo el dicho Pedro de Alvarado había sabido que un capitán de Francisco de Garay que se llama Gonzalo Dovale que andaba con veinte y dos de caballo haciendo daño por algunos pueblos de aquella proviencia y alterando la gente della; y que había sido avisado el dicho Pedro de Alvarado cómo el dicho capitán Gonzalo Dovalle tenía puestas ciertas atalayas en el camino por donde había de pasar, de lo cual se alteró el dicho Alvarado creyendo que le quería ofender el dicho Gonzalo Dovalle, y por esto llevó concertada toda su gente hasta que llegó a un pueblo que se dice el de las Lajas, adonde halló al dicho Gonzalo Dovalle con su gente. Y allí llegado, procuró de hablar con el dicho capitán Gonzalo Dovalle y le dijo lo que había sabido y le habían dicho qué andaba haciendo, y que se maravillaba dél porque la intención del gobernador y sus capitanes no era ni había seído de les ofender ni hacer daño alguno, antes había mandado que les favoresciesen y proveyesen de todo lo que tuviesen nescesidad; y que pues aquello así pasaba, que para que ellos estuviesen seguros que no hobiese escándalo ni daño entre la gente de una parte ni otra, que le pedía por merced no tuviese a mal que las armas y caballos de aquella gente que consigo traía estuviese depositado hasta tanto que se diese asiento en aquellas cosas. Y el dicho Gonzalo Dovalle se desculpaba diciendo que no pasaba así como le habían informado, pero que él tenía por bien de hacer lo que le rogaba. Y así estuvieron juntos los unos y los otros comiendo y holgando los dichos capitanes y toda la más gente sin que entre ellos hobiese enojo ni cuestión ninguna. Y luego que esto supo el alcalde mayor, proveyó con un secretario que consigo llevaba que se llama Francisco de Orduña fuese donde estaban los capitanes Pedro de Alvarado y Gonzalo Dovalle. Y llevó mandamiento para que se alzase el dicho déposito y les volviese sus armas y caballos a cada uno y les hiciesen saber que la intención mía era de les favorescer y ayudar en todo lo que tuviesen necesidad no se desconcertando ellos en escandalizarnos la tierra. E invió ansimesmo otro mandamiento al dicho Alvarado para que los favoresciese y no se entremetiese en tocar en cosa alguna dellos en los enojar, el cual lo cumplió ansí.
En este mismo tiempo, Muy Poderoso Señor, acaesció que, estando las naos del dicho adelantado dentro en la mar a boca del rio de Pánuco como en ofensa de todos los vecinos de la villa de Santisteban que yo había allí fundado, que puede haber tres leguas el rio arriba donde suelen surgir todos los navíos que al dicho puerto arriban, a cuya cabsa Pedro de Vallejo, teniente mío en la dicha villa, por asegurarla del peligro que esperaba con la alteración de los dichos navíos hizo ciertos requerimientos a los capitanes y mastres dellos para que subiesen al puerto y surgiesen en él de paz sin que la tierra rescibiese ningúnd agravio ni alteración, requeriéndoles asimismo que si algunas provisiones tenía de Vuestra Majestad para poblar o entrar en la dicha tierra o en cualquier manera que fuese las mostrasen, con protestación que mostradas, se cumplirían en todo y por todo segúnd que por las dichas provisiones Vuestra Alteza lo inviase a mandar. Al cual requirimiento los capitanes y mas tres respondieron en cierta forma en que en efeto concluían que no querían hacer cosa alguna de lo por el teniente mandado y requerido, a cuya cabsa el teniente dio otro segundo mandamiento dirigido a los dichos capitanes y maestres con cierta pena para que todavía se hiciese lo mandado y requerído por el prímero requerimiento, al cual mandamiento tornaron a responder lo que respondido tenían. Y fue así que, viendo los mastres y capitanes de cómo de su estada con los navíos en la boca del río por espacio de dos meses y más tiempo y que de su estada resultaba escándalo así entre los españoles que allí residían como entre los naturales de aquella proviencia, un Castromocho, maestre de uno de los dichos navíos, y Martín de San Juan Lipuzcoano, maestre asimismo de otro navío, secretamente enviaron al dicho teniente sus mensajeros haciéndole saber que ellos querían paz y estar obedientes a los mandamientos de la justicia, que le requerían que fuese el dicho teniente a los dichos dos navíos y que le rescibirían y cumplirían todo lo que les mandase, añadiendo que ternían forma para que los otros navíos que restaban asimismo se le entregarían de paz y cumplirían sus mandamientos, a cuya cabsa el teniente determinó de ir con los cinco hombres a los dichos navíos. Y llegados a ellos, fue rescibido por los dichos maestres, y de allí invió al capitán Juan de Grijalba, que era general de aquella ar mada, que estaba y residía en la nao capitana a la sazón, para que él cumpliese en todo los requerimientos y mandamientos pasados del dicho teniente que le había antes mandado notificar, que el dicho capitán no solamente no quiso obedescer pero mandó a las naos que estaban presentes se juntasen con la suya en que estaba y todas juntas exceto las dos de que arriba se hace mención. Y así juntas contorno de su nao capitana, mandó a los capitanes dellas tirasen con la artillería que tenían a los dos navíos hasta los echar a fondo. Y siendo este mandamiento público y tal que todos lo oyeron, el dicho teniente en su defensa mandó aprestar el artillería de los dos navíos que le habían obedescido. En este tiempo las naos que estaban alderredor de la capitana y maestres y capitanes dellas no quisieron obedescer a lo mandado por el dicho Juan de Grijalba, y entretanto el dicho capitán Grijalba envió un escribano que se llama Vicente López para que hablase al dicho teniente. Y habiendo explicado su mensaje, el teniente le respondió justificando esta dicha cabsa, y que su venida era allí solamente por bien de paz y por evitar escándalos y otros bulicios que se siguían de estar los dichos navíos fuera del dicho puerto adonde acostumbraban a surgir y como corsarios que estaban en lugar sospechoso para hacer algúnd salto en tierra de Su Majestad, que sonaba muy mal, con otras razones que acudían a este propósito, las cuales obraron tanto que el dicho Vicente López, escribano, se volvió con la respuesta al capitán Grijalba y le informó de todo lo que había oído al teniente, atrayendo al dicho capitán para que le obedesciese, pues estaba claro que el dicho teniente era justicia en aquella proviencia por Vuestra Majestad y el dicho capitán Grijalba sabía que hasta entonces por parte del adelantado Francisco de Garay ni por la suya se habían presentado provisiones reales algunas a que el dicho teniente con los otros vecinos de la villa de Santisteban hobiesen de ofrescer, y que era cosa muy fea estar de la manera que estaban con los navíos como corsarios en tierra de Vuestra Majestad. Y así, movido por estas razones, el capitán Grijalba con los maestres y capitanes de los otros navíos obedescieron al teniente y se subieron el río arriba donde suelen surgir los otros navíos. Y así, llegados al puerto, por la desobediencia que el dicho Juan de Grijalba había mostrado a los mandamientos del dicho teniente, le mandó prender. Y sabida esta presión por el mi alcalde mayor, luego otro día dio su mandamiento para que el dicho Juan de Grijalba fuese suelto y favorescido con todos los demás que venían en los dichos navíos sin que tocase en cosa alguna dellos, y así se hizo y se cumplió.
Asimismo escribió el dicho alcalde mayor a Francisco de Garay, que estaba en otro puerto diez o doce leguas de allí, haciéndole saber cómo yo no podía irme a ver con él, y que le inviaba a él con el poder mío para que entre ellos se diese asiento en lo que se había de hacer y en ver las provisiones de la una parte y de la otra y dar conclusión en lo que más servicio fuese de Vuestra Majestad. Y después que el dicho Francisco de Garay vido la carta del dicho alcalde mayor se vino adonde el dicho alcalde mayor estaba, adonde fue muy bien rescibido y proveído él y toda su gente de todo lo nescesario. Y allí juntos entrambos, después de haber platicado y vistas las provisiones, se acordó, después de haber visto la cédula de que Vuestra Majestad me había hecho merced el dicho adelantado, después de ser requerido con ella por el alcalde mayor, la obedesció y dijo que estaba presto de la cumplir, y que en cumplimiento della que se quería recoger a sus navíos con su gente para ir a poblar a otra tierra fuera de la contenida en la cédula de Vuestra Majestad; y que pues mi voluntad era de favorescerle, que le rogaba al dicho alcalde mayor que le hiciese recoger toda su gente, porque muchos de los que consigo traía se le querían quedar y otros se le habían absentado, y le hiciese proveer de bastimentos de que tenía nescesidad para los dichos navíos y gente. Y luego el dicho alcalde mayor lo proveyó todo como él lo pidió, y se apregonó luego en el dicho puerto adon de estaba la más gente de la una parte y de la otra que todas las personas que habían venido en el armada del adelantado Francisco de Garay lo seguiesen y se juntasen con él, so pena que el que ansí no lo hiciese, si fuese hombre de caballo, que perdiese las armas y caballo y su persona se le entregase al dicho adelantado presa; y el peón, [que] se le diesen cien azotes y asimismo se lo entregasen. Asimismo pidió el dicho adelantado al dicho alcalde mayor que porque algunos de los suyos habían vendido armas y caballos en el puerto de Santisteban y en el puerto donde estaban y en otras partes de aquella comarca, que se los hiciese volver, porque sin las dichas armas y caballos no se podría servir de su gente. Y el alcalde mayor proveyó de saber por todas las partes donde estuviesen caballos o armas de la dicha gente, y a todos los hizo tomar las armas y caballos que habían comprado y volverlas todas al dicho adelantado. Asimismo hizo poner el dicho alcalde mayor alguaciles por los caminos y prender todos cuantos se iban huyendo y se los entregó presos, y le entregaron muchos que ansí tomaron. Asimismo invió al alguacil mayor a la villa de Santisteban, que es el puerto, y a un secretario mío con el dicho alguacil mayor para que en la dicha villa y puerto hiciesen las mismas diligencias y diesen los mismos pregones y recogiesen la gente que se le ausentaba y se le entregase y recogiese todo el bastimento que pudiesen y proveyesen las naos del dicho adelantado. Y dio mandamiento para que también tomasen las armas y caballos que hobiesen vendido y se las diesen al dicho adelantado, todo lo cual se hizo con mucha diligencia. Y el dicho adelantado se partió al puerto para se ir a embarcar, y el alcalde mayor se quedó con su gente para no poner más nescesidad el puerto de la en que estaba y porque mejor se pudiesen proveer. Y estuvo allí seis o siete días para saber cómo se cumplía todo lo que yo había mandado y lo que él había proveído, y porque había falta de bastimentos, el dicho alcalde mayor escribió al adelantado si mandaba alguna cosa porque él se volvía a la cibdad de México, donde yo resido. Y el adelantado le hizo luego mensajero con el cual le hacía saber cómo él no hallaba aparejo para se ir, por haber hallado sus navíos perdidos, que se le habían perdido seis navíos y los que quedaron no estaban para navegar en ellos, y que él quedaba haciendo una información para que a mí me contase lo susodicho - cómo él no tenía aparejo para salir de la tierra - , y que asimismo me hacía saber que su gente se ponía con él en debate y pleitos diciendo que no eran obligados a le seguir, y que habían apelado de los mandamientos que el mi alcalde mayor había dado diciendo que no eran obligados a los cumplir por diez y seis o diez y siete cabsas que asignaban. Una dellas era que se habían muerto ciertas personas de hambre de los que en su compañía venían, con otras no muy honestas que se enderezaban a su persona. Y asimismo le hizo saber que no bastaban todas las diligencias que se hacían para detenelle la gente, que anochecían y no amanescían, porque los que un día le entregaban presos otro día se iban, en poniéndolos en su libertad; y que le aconteció desde la noche a la mañana faltarle docientos hombres, que por tanto le rogaba muy afetuosamente no se partiese hasta que él llegase porque él quería venir a verse conmigo a esta cibdad, porque si allí lo dejaban pensaría de ahogarse de enojo. Y el alcalde mayor, vista su carta, acordó de aguardallo, y vino dende a dos días que le escribió. Y de allí despacharon mensajero para mí por el cual el alcalde mayor me hacía saber cómo el adelantado venía a se ver conmigo a esta cibdad; y porque ellos se vernían poco a poco hasta un pueblo que se llama Çicoaque, que es a la raya destas proviencias, y que allí aguardaría mi respuesta. Y el dicho adelantado me escribió dándome relación del mal aparejo que de navíos tenía y de la mala voluntad que su gente le había mostrado, y que porque creía que yo ternía aparejo para le poder remediar, así proveyéndole de la gente que yo tenía como de lo demás que él hobiese menester, y por que conoscía [que] por mano de otro no podía ser remediado ni ayudado, había acordado de se venir a ver conmigo, y que me ofrescía a su hijo mayor con todo lo que él tenía y esperaba dejalle para me le dar por yerno y que se casase con una hija mía pequeña. Y en este medio tiempo, costándole al dicho alcalde mayor al tiempo que se partían para se venir a esta cibdad que habían venido en aquella armada de Francisco de Garay algunas personas muy sospechosas amigos y criados de Diego Velázquez y que se habían mostrado muy contrarios a mis cosas, y viendo que no quedaban bien en la dicha provincia y que de su conversación se esperaban algunos bullicios y desasosiegos en la tierra, conforme a cierta provisión real que Vuestra Majestad me mandó inviar para que las tales personas escandalosas salgan de la tierra, los mandó salir della, que fueron: Gonçalo de Figueroa, y Alonso de Mendoça, y Antonio de la Cerda, y Juan de Avila, y Lorenzo de Ulloa y Taborda, y Juan de Grijalba, y Juan de Medina, y otros. Y esto hecho, se venieron hasta el dicho pueblo de Cicoaque, donde les tomó mi respuesta que hacía a las cartas que me habían inviado, por la cual les hacía saber holgaba mucho de la venida del dicho adelantado, y que llegando a esta cibdad, se entendería con mucha voluntad en todo lo que me había escrito, y en cómo, conforme a su deseo, él fuese muy bien despachado. Y proveí asimismo para que su persona fuese muy bien proveída por el cami no, mandando a los señores de los pueblos le diesen muy cumplidamente todo lo necesario. Y llegado el dicho adelantado a esta cibdad, yo lo rescibí con toda la voluntad y buenas obras que se requerían y que yo pude hacerle y como lo haría un hermano verdadero, porque de verdad me pesó mucho de la pérdida de sus navíos y desvío de su gente. Y le ofrescí mi voluntad, como en la verdad yo la tuve, de hacer por él todo lo que a mí posible fuese. Y como el dicho adelantado tuviese mucho deseo que hobiese efeto lo que me había escripto cerca de los dichos casamientos, tornó con mucha istancia a me importunar a que lo concluyésemos. Y yo, por le hacer placer, acordé de hacer en todo lo que me rogaba y el dicho adelantado tanto deseaba, sobre lo cual se hicieron de consentimiento de ambas partes con mucha certinidad y juramentos ciertos capítulos que concluían el dicho casamiento, y lo que de ambas partes para se hacer se habían de cumplir - con tanto que, ante todas cosas, después que Vuestra Majestad fuese certificado de lo capitulado, de todo ello fuese muy servido - , en manera que demás de nuesta amistad antigua, quedamos con lo contratado y capitulado entre nosotros, junto con el debdo que habíamos tomado con los dichos nuestros hijos, tan conformes y de una voluntad y querer que no se entendía en nosotros en más de lo que a cada uno estaba bien en el despacho, príncipalmente del dicho adelantado.
En lo pasado, Muy Poderoso Señor, hice relación a Vuestra Católica Majestad de lo mucho que mi alcalde mayor trabajó para que la gente del dicho adelantado que andaba derrramada por la tierra se juntase con el dicho adelantado y las diligencias que para esto intervinieron, las cuales, aunque fueron muchas, no bastaron para poder quitar el descontento que toda la gente traia con el dicho adelantado Francisco de Garay; antes, creyendo que habían de ser compelidos que todo el día habían de ir con él conforme a lo mandado y apregonado, se metieron la tierra adentro por lugares diversos de tres en tres [y] de seis en seis, y en esta manera ascondidos sin que pudiesen ser habidos ni poderse recoger, que fue cabsa principal que los indios naturales de aquella proviencia se alterasen, así por ver a los españoles derramados por muchas partes como por las muchas desórdenes que ellos cometían entre los naturales, tomándoles las mujeres y la comida por fuerza, con otros desasosiegos y bullicios que dieron cabsa a que toda la tierra se levantase creyendo que entre los dichos españoles segúnd que el dicho adelantado había publicado - [que] había división en diversos señores, segúnd arriba se hizo relación a Vuestra Majestad - y de lo que el dicho adelantado publicó al tiempo que en la tierra a los indios della con lengua que pudieron entender bien. Y fue así que tuvieron tal astucia los dichos indios, siendo primeramente informados dónde y cómo en qué partes estaban los dichos españoles, que de día y de noche dieron en ellos por todos los pueblos en que estaban derramados. Y a esta cabsa, como los hallaron desapercebidos [y] desarmados por los dichos pueblos, mataron mucho número dellos. Y cresció tanto su osadía que llegaron a la dicha villa de Santisteban del Puerto, que yo tenía poblada en nombre de Vuestra Majestad, donde dieron tan recio combate que pusieron a los vecinos della en grande nescesidad, que pensaron ser perdidos y se perdieran si no fuera porque se hallaban apercebidos y juntos, donde pudieron hacerse fuertes y resistir a sus contrarios hasta en tanto que salieron al campo muchas veces con ellos y los desbarataron. Estando así las cosas en este estado, tuve nueva de lo sucedido, y fue por un mensajero hombre de pie, que escapó huyendo de los dichos desbaratas y me dijo cómo toda la proviencia de Pánuco y naturales della se habían rebelado y habían muerto mucha gente de los españoles que en ella habían quedado de la compañía del dicho adelantado, con algunos otros vecinos de la dicha villa que yo allí en nombre de Vuestra Majestad fundé. Y creí, segúnd el grande desbarato habido, que ninguno de los dichos castellanos era vivo, de lo cual Dios Nuestro Señor sabe lo que yo sentí, y en ver que ninguna novedad semejante se ofresce en estas partes que no cuesta mucho y las traiga a punto de se perder. Y el dicho adelantado sintió tanto esta nueva que, así por le parescer que había sido cabsa dello como porque tenía en la dicha proviencia un hijo suyo con todo lo que había traído, que del grande pesar que haba adolesció, y desta enfermedad fallesció desta presente vida en espacio y término de tres días.
Y para que más en particular Vuestra Excelsitud se informe de lo que sucedió después de sabida esta primera nueva fue que, después que aquel español trajo la nueva del alzamiento de aquella gente de Pánuco, porque no daba otra razón sino que en un pueblo que se dice Tagetuco, veniendo él y otros de caballo y un peón, les habían salido al camino los naturales dél y habían peleado con ellos y muerto los dos de caballo y el peón y el caballo al otro; y que ellos se habían escapado huyendo porque vino la noche, y que habían visto un aposento del dicho pueblo donde los había de esperar el teniente con quince de caballo y cuarenta peones, quemado el dicho aposento, y que creía por las muestras que allí habían visto que los habían muerto a todos. Esperé seis o siete días por ver si veniera otra nueva, y en este tiempo llegó otro mensajero del dicho teniente que quedaba en un pueblo que se dice Tenextequipa que es de los subjetos a esta cibdad y parte términos con aquella pro viencia. Y por su carta me hacía saber cómo estando en aquel pueblo de Taçetuco con quince de caballo y cuarenta peones, esperando más gente que se había de juntar con él porque iba de la otra parte del río a apaciguar ciertos pueblos que aún no estaban pacíficos, una noche al cuarto del alba los habían cercado el aposento mucha copia de gente y puéstoles fuego a él; y por presto que cabalgaron, como estaban descuidados por tener la gente tan segura como hasta allí había estado, les habían dado tanta priesa que los habían muerto todos salvo a él y a otros dos de caballo que huyendo se escaparon, aunque a él le habían muerto su caballo y otro le sacó a las ancas; y que se habían escapado porque dos leguas de allí hallaron un alcalde de la dicha villa con cierta gente el cual los amparó, aunque no se detuvieron mucho, que ellos y él salieron huyendo de la pro viencia; y que de la gente que en la villa había quedado ni de la otra del adelantado Francisco de Garay, que estaba en ciertas partes repartida, no tenían nueva ni sabían dellos, y que creían que no había ninguno vivo, porque, como a Vuestra Majestad tengo dicho, después que el dicho adelantado allí había venido con aquella gente y había hablado a los naturales de aquella proviencia - diciéndoles que yo no había de tener que hacer con ellos porque él era gobernador y a quien habían de obedescer, y que juntándose ellos con él echarían todos aquellos españoles que yo tenía, y aquel pueblo y a los que más yo inviase - se habían alborotado y nunca más quisieron servir a ningúnd español, antes habían muerto algunos que topaban solos por los caminos; y que creía que todos se habrían concertado para hacer lo que hicieron, y como habían dado en él y en la gente que con él estaba, así creía que habrían dado en la gente que estaba en el pueblo y en todos los demás que estaban derramados por los pueblos, porque estaban muy sin sospecha de tal alzamiento viendo cuán sin ningúnd resabio hasta allí los habían servido. Habiéndome certificado más por esta nueva de la rebellión de los naturales de aquella proviencia y sabiendo las muertes de aquellos españoles, a la mayor priesa que yo pude despaché luego cincuenta de caballo y cien peones ballesteros y escopeteros y cuatro tiros de artillería con mucha pólvora y munición con un capitán español y otros dos de los naturales desta cibdad con cada quince millhombres dellos. Al cual dicho capitán mandé que con la más priesa que pudiese llegase a la dicha proviencia y trabajase de entrar en ella sin detener en ninguna parte, no siendo muy forzosa nescesidad, hasta llegar a la villa de Santisteban del Puerto a saber nuevas de los vecinos y gentes que en ella habían quedado, porque podría ser que estuviesen cercados en alguna parte y darles ía socorro. Y así fue, y el dicho capitán se dio toda la más príesa que pudo y entró por la dicha proviencia. Y en dos partes pelearon con él, y dándole Dios Nuestro Señor la vitoría, seguió todavía su camino hasta llegar a la dicha villa, adonde halló veinte y dos de caballo y cient peones que allí los habían tenido cercados. Y los habían combatido seis o siete veces, y con ciertos tiros de artillería que allí tenían se habían defendido, aunque no bastaba su poder para más defenderse de allí, y aun con no poco trabajo. Y si el capitán que yo invié se tardara tres días no quedara ninguno dellos, porque ya se murían todos de hambre y habían inviado un bergantín de los navíos que el adelantado allí trajo a la villa de la Vera Cruz para por allí hacerme saber la nueva, porque por otra parte no podían, y para traer bastimento en él como después se lo llevaron, aunque ya habían sido socorridos de la gente que yo invié. Y allí supieron cómo la gente que el adelantado Francisco de Garay había dejado en un pueblo que se dice Tamiquil, que serían hasta cient españoles de pie y de caballo, los habían todos muerto sin escapar más de un indío de la isla de Jamaica que escapó huyendo por los montes, del cual se informaron cómo los tomaron de noche. Y hallóse por copia que de la gente del adelantado eran muertos docientos y diez hombres, y de los vecinos que yo había dejado en aquella villa cuarenta y tres que andaban por sus pueblos que tenían encomendados, y aun créese que fueron más de los de la gente del adelantado, porque no se acuerdan de todos. Con la gente que el capitán llevó y con la que el teniente y el alcalde tenían y con la que se halló en la villa llegaron ochenta de caballo, y repartiéronse en tres partes y dieron la guerra por ellas en aquella proviencia en tal manera que señores y personas principales se prendieron hasta cuatrocientos sin otra gente baja, a los cuales todos, digo, a los prencipales, quemaron por justicia, habiendo confesado ser ellos los movedores de toda aquella guerra y cada uno dellos haber sido en muerte o haber muerto los españoles. Y hecho esto, soltaron de los otros que tenían presos, y con ellos recogieron toda la gente en los pueblos. Y el capitán en nombre de Vuestra Majestad proveyó de nuevos señores en los dichos pueblos a aquellas personas que les pertenescía por suscesión, segúnd ellos suelen heredar. A esta sazón tuve cartas del dicho capitán y de otras personas que con él estaban cómo ya, loado Nuestro Nuestro Señor, estaba toda la proviencia muy pacífica y segura. Y los naturales sirven muy bien y creo que será paz para todo el año la rencilla pasada.
Crea Vuestra Cesárea Majestad que son estas gentes tan bulliciosas que cualquier novedad o aparejo que vean de bullicio los mueven, porque ellos así lo tenían por costumbre de rebelarse y alzarse contra sus señores, y ninguna vez verán para esto aparejo que no lo hagan.
En los capítulos pasados, Muy Católico Señor, dije cómo al tiempo que supe la nueva de la venida del adelantado Francisco de Garay a aquel río de Pánuco tenía a punto cierta armada de navíos y de gente para inviar al cabo o punta de Hibueras y las cabsas que para ello me movían. Y por la venida del dicho adelantado cesó, creyendo que se quisiera poner en aposesionarse por su abtorídad en la tierra. Y para se lo resistir si lo hiciera hobo necesidad de toda la gente. Y después de haber dado fin en las cosas del dicho adelantado, aunque se me siguió asaz costa de sueldos de marineros y bastimentos de los navíos y gente que había de ir en ellos paresciéndome que dello Vuestra Majestad era muy servido, seguí todavía mi propósito comenzado y compré más navíos de los que antes tenía, que fueron por todos cinco navíos gruesos y un bergantín, e hice cuatrocientos hombres. Y bastecidos de artillería y munición y armas y de otros bastimentos y vituallas y demás de lo que aquí se les proveyó, envié con dos críados míos ocho mill pesos de oro a la isla de Cuba para que comprasen caballos y bastimentos, ansí para llevar en este prímero viaje como para que tuviesen a punto para, en volviendo los navíos, cargarlos, porque por necesidad de cosa alguna no dejasen de hacer aquello para que yo los invío, y también para que al principio por falta de bastimentos no fatigasen los naturales de la tierra, y que antes les diesen ellos de lo que llevasen que tomarles de lo suyo. Y con este concierto se partieron del puerto de Sant Juan de Balchiqueca a once días del mes de enero de mill y quinientos y veintecuatro años. Y han de ir a La Habana, que es la punta de la isla de Cuba, adonde se han de bastecer de lo que les faltare, especial los caballos, y recoger allí los navíos y de allí, con la bendición de Dios, seguir su camino para la dicha tierra; y en llegando en el primero puerto della, saltar en tierra y echar toda la gente y caballos y bastimentos y todo lo demás que en los navíos llevan fuera dellos, y en el mejor asiento que al presente les paresciere, fortalescerse con su artillería, que llevan mucha y buena, y fundar un pueblo; y luego los tres de los navíos mayores que llevan, despacharlos para la isla de Cuba al puerto de la villa de la Trinidad, porque está en mejor paraje y derrota, porque allí ha de quedar el uno de aquellos criados míos para les tener aparejada la carga de las cosas que fuesen menester y el capitán inviare a pidir; los otros navíos más pequeños y el bergantín con el piloto mayor y un primo mío que se dice Diego Hurtado por capitán dellos vayan a correr toda la costa de la bahía de la Ascensión en demanda de aquel estrecho que se cree que en ella hay; y que estén allá fasta que ninguna cosa dejen por ver, y visto, se vuelvan donde el dicho capitán Cristóbal Dolid estuviere, y de allí con el uno de los navíos me hagan relación de lo que hallaren y lo que el dicho Cristóbal Dolid hobiese sabido de la tierra y en ella hobiere sucedido para que yo pueda inviar dello larga cuenta y relación a Vuestra Católica Majestad.
También dije cómo tenía cierta gente para inviar con Pedro de Alvarado a aquellas cibdades de Uclaclan y Guatemala, de que en los capítulos pasados he hecho mención, y a otras proviencias de que tengo noticia que están adelante dellas, y cómo también había cesado por la venida del dicho adelantado Francisco de Garay. Y porque ya yo tenía mucha costa hecha así de caballos y armas y artillería y munición como de dineros de socorro que se había dado a la gente, y porque dello tengo creído que Dios Nuestro Señor y Vuestra Sacra Majestad han de ser muy servidos, y porque por aquella parte, segúnd tengo noticía, pienso descubrir muchas y muy ricas y estrañas tierra y de muchas y muy diferentes gentes, tomé todavía a insistir en mi prímero propósito. Y demás de lo que antes al dicho camino estaba proveído, le tomé a rehacer al dicho Pedro de Alvarado y le despaché desta cibdad a seis días del mes de deciembre del mill y quinientos y veintetrés años. Y llevó ciento y veinte de caballo, en que con las dobladuras que lleva ciento y sesenta caballos y trecientos peones, en que son los ciento y treinta ballesteros y escopeteros. Lleva cuatro tiros de artillería con mucha pólvora y munición, y lleva algunas personas principales ansí de los naturales desta cibdad como de otras cibdades desta comarca y con ellos alguna gente, aunque no mucha por ser el camino tan largo.
He tenido nuevas dellos cómo habían llegado a doce días del mes de enero deste año a la proviencia de Tecuantepeque, que iban muy buenos. Plega a Nuestro Señor de los guiar a los unos y a los otros como El se sirva, porque bien creo que yendo enderezadas a su servicio y en el real nombre de Vuestra Cesárea Majestad, no pueden carescer de bueno y próspero suceso. También encomendé al dicho Pedro de Alvarado tuviese siempre especial cuidado de me hacer larga y particular relación de las cosas que por allí le aveniesen para que yo la invíe a Vuestra Alteza.
Y tengo por muy cierto, segúnd las nuevas y figuras de aquella tierra que yo tengo, que se han de juntar el dicho Pedro de Alvarado y Cristóbal Dolid, si estrecho no los parte. Muchos caminos déstos se hobieran hecho en esta tierra y muchos secretos della tuviera yo sabidos si estorbos de las armadas que han venido no los hobieran impedido. Y certifico a Vuestra Sacra Majestad que ha rescebido harto deservicio en ellos, ansí en no tener descubiertas muchas tierras como en haberse dejado de adquirir para su real cámara mucha suma de oro y perlas. Pero de aquí adelante, si otros más no vienen, yo trabajaré de restaurar lo que se ha perdido, porque por trabajo de mi persona ni por dejar de gastar mi hacienda no quedará, porque certifico a Vuestra Cesárea y Católica Majestad que demás de haber gastado todo cuanto he tenido, debo, que he tomado del oro que tengo de las rentas de Vuestra Majestad para gastos, como parescerá por ellos al tiempo que Vuestra Majestad fuere servido de mandar tomar la cuenta, sesenta y tantos mill pesos de oro, sin más de otros doce mill que yo he tomado prestados de algunas personas para gastos de mi casa.
De las provincias comarcanas a la villa del Espíritu Santo y de las que servían a los vecinos dellas dije en los capítulos pasados que algunas dellas se habían rebelado y aun muerto ciertos españoles. Y así para reducir éstas al real servicio de Vuestra Majestad como para traer a él otras sus vecinas, porque la gente que en la dicha villa está no bastaba para sostener lo ganado y conquistar éstas, envié un capitán con treinta de caballo y cien peones, algunos dellos ballesteros y escopeteros, y dos tiros de artillería con recado de munición y pólvora, los cuales se partieron a ocho de deciembre de quinientos y veintetrés años. Hasta agora no he sabido nueva dellos. Pienso harán mucho fruto, y que deste camino Dios Nuestro Señor y Vuestra Majestad serán muy bien servidos y se descubrirán hartos secretos, porque es un pedazo de tierra que queda entre la conquista de Pedro de Alvarado y Cristóbal Dolid lo que hasta agora estaba pacífico hacia la Mar del Norte. Y conquistado esto y pacífico, que es muy poco, tiene Vuestra Sacra Majestad por la parte del norte más de cuatrocientas leguas de tierra pacifica y subjecta a su real servicio sin haber cosa en medio; y por la Mar del Sur más de quinientas leguas, y todo de la una mar a la otra que sirve sin ninguna contradición exceto dos proviencias que están entre la proviencia de Teguantepeque y la de Chinanta y Buaxaca y la de Buacaqualco en medio de todas cuatro, que se llama la gente de la una los zaputecas y la otra los mijes. Las cuales, por ser tan ásperas que aun a pie no se pueden andar, puesto que he enviado dos veces gente a los conquistar y no lo han podido hacer porque tienen muy recias fuerzas y áspera tierra y buenas armas, que pelean con lanzas de a veintecinco y treinta palmos y muy gruesas y bien hechas y las puntas dellas de pedernales, y con esto se han defendido y muerto algunos de los españoles que allá han ido, y han fecho y facen mucho daño en los vecinos que son vasallos de Vuestra Majestad salteándolos de noche y quemándoles los pueblos y matando muchos dellos, tanto que han hecho que muchos de los pueblos cercanos a ellos se han alzado y confederado con ellos. Y porque no llegue a más, y aunque agora no tenía sobra de gente por haber salido a tantas partes, junté ciento cincuenta hombres de pie - porque de caballo no pueden aprovechar - todos los más ballesteros y escopeteros, y cuatro tiros de artillería con la munición necesaría - los ballesteros y escopeteros proveídos con mucho almacén - y con ellos por capitán Rodrigo Rangel, alcalde desta cibdad, que agora ha un año había ido otra vez con gente sobre ellos y por ser en tiempo de muchas aguas no pudo hacer cosa ninguna y se volvió con haber estado allá dos meses. El cual dicho capitán y gentes se partieron desta cibdad a cinco de hebrero deste año presente. Creo, siendo Dios servido, que por llevar buen aderezo y por ir en buen tiempo y porque lleva mucha gente de guerra diestra de los naturales desta cibdad y sus comarcas, que darán fin a aquella demanda, de que no poco servicio redundará a la imperial corona de Vuestra Alteza, porque no sólo ellos no sirven, mas aun hacen mucho daño a los que tienen buena voluntad, y la tierra es muy rica de minas de oro. Estando éstos pacíficos, dicen aquellos sus vecinos que lo irian a sacar allá éstos. Por haber sido tan rebeldes, habiendo sido tantas veces requeridos y una vez ofrescídose por vasallos de Vuestra Alteza y haber muerto españoles y haber hecho tantos daños, los pronuncié por esclavos y mandé que a los que a vida se pudiesen tomar los herrasen del hierro de Vuestra Alteza, y sacada la parte que a Vuestra Majestad pertenesce, se repartie se por aquéllos que lo fueron a conquistar. Bien puede, Muy Ecelentísimo Señor, tener Vuestra Real Exelencia por muy cierto que la menor destas entradas que se van a facer me cuesta de mi casa más de cinco mill pesos de oro, y que las dos de Pedro de Alvarado y Cristóbal Dolid me cuestan más de cin cuenta en dineros, sin otros gastos de mis haciendas que no se cuentan ni asientan por memoria. Pero como sea todo para el servicio de Vuestra Cesárea Majestad, si mi persona juntamente con ello se gastase lo ternía por mayor merced, y ninguna vez se ofrescerá en que en tal caso yo la pueda poner que no la ponga.
Así por la relación pasada como por ésta he hecho a Vuestra Alteza minción de cuatro navíos que tengo comenzados a facer en la Mar del Sur. Y porque por haber mucho tiempo que se comenzaron le parescerá a Vuestra Real Alteza que yo he tenido algúnd descuido en no se haber acabado hasta agora, doy a Vuestra Sacra Majestad cuenta de la cabsa: y es que como la Mar del Sur, a lo menos aquella parte donde yo aquellos navíos hago, está de los puertos de la Mar del Norte donde todas las cosas que a esta Nueva España vienen se descargar docientas leguas y aun más y en parte de muy fragosos puertos de sierras y en otros muy grandes y caudales ríos, y como todas las cosas que para los dichos navíos son nescesarias se hayan de llevar de allí por no haber de otra parte donde se provean, háse llevado y llévase con mucha dificultad. Y aun sobrevino para esto que ya que yo tenía en una casa en el puerto donde los dichos navíos se hacen todo el adereszo que para ellos era menester de velas, cables, jarcia, clavazón, áncoras, pez, sebo, estopa, botamen, aceite y otras cosas, una noche se puso fuego y se quemó todo sin se aprovechar más de las áncoras, que no pudieron quemarse. Y agora de nuevo lo he tomado a proveer, porque habrá cuatro meses que me llegó una nao de Castilla en que me trajeron todas las cosas necesarias para los dichos navíos, porque temiendo yo lo que me vino, lo tenía proveído e inviado a pedir. Y certifico a Vuestra Cesárea Majestad que me cuestan hoy los navíos sin haberlos echado al agua más de ocho mill pesos de oro, sin otras cosas estraordinarias. Pero ya, loado Nuestro Señor, están en tal estado que para la Pascua del Espíritu Santo primera o para el día de San Juan de junio podrán navegar si botamen no me falta, porque como se quemó lo que tenía no he tenido de dónde proveerme. Mas yo espero que para este tiempo me lo traerán desos reinos, porque yo tengo proveído para que se me envíen. Tengo en tanto estos navíos que no lo podría sinificar, porque tengo por muy cierto que con ellos, siendo Dios Nuestro Señor servido, tengo de ser cabsa que Vuestra Sacra Majestad sea en estas partes señor de más reinos y señoríos que los que hasta hoy en nuestra nación se tiene noticia. A El plega encaminarlo como El se sirva y Vuestra Cesárea Majestad consiga tanto bien, pues creo que con hacer yo esto no le quedará a Vuestra Excelsitud más que hacer para ser monarca del mundo.
Después que Dios Nuestro Señor fue servido que esta grand cibdad de Temixtitán se ganase, parescióme por el presente no ser bien residir en ella por muchos inconvenientes que había, y paséme con toda la gente a un pueblo que se dice Cuyuacan que está en la costa desta laguna de que ya tengo hecha mención, porque siempre deseé que esta cibdad se redificase por la grandeza y maravilloso asiento della. Trabajé de recoger todos los naturales que por muchas partes estaban absentados desde la guerra, y aunque siempre he tenido y tengo al señor della preso, hice a un capitán general que en la guerra tenía el dicho señor y yo conoscía del tiempo de Mutezuma que tomase cargo de la tornar a poblar. Y para que más abtoridad su persona tuviese tornéle a dar el mesmo cargo que en tiempo del señor tenía, que es liguacoat, que quiere tanto decir como lugarteniente del señor, y a otras personas principales que yo también ansimismo de ante conoscía les encargué otros cargos de gobernación desta cibdad que entre ellos se solían hacer. Y a este liguacoat y a los demás les di señorío de tierras y gente en que se mantuviesen, aunque no tanto como ellos tenían ni que pudiesen ofender con ellos en algún tiempo. Y he trabajado siempre de honrarlos y favorescerlos, y ellos lo han trabajado y hecho tan bien que hay hoy en la cibdad poblados hasta treinta mill vecinos y se tiene en ella la orden que solía en sus mercados y contrataciones. Y heles dado tantas libertades y exenciones que de cada día se puebla en mucha cantidad porque viven muy a su placer, que los oficiales de artes mecánicas, que hay muchos, viven por sus jornales entre los españoles, así como carpinteros, albañiles, canteros, plateros y otros oficios; y los mercaderes tienen muy seguramente sus mercaderías y las venden; y las otras gentes viven dellos de pescadores, que es gran trato en esta cibdad, y otros de agricultura, porque hay ya muchos dellos que tienen sus huertas y siembran en ellas toda la hortaliza de España de que acá se ha podido haber simiente. Y certifico a Vuestra Cesárea Majestad que si plantas y semillas de las de España tuviesen y Vuestra Alteza fuese servido de nos mandar proveer dellas, como en la otra relación lo invié a suplicar, segúnd los naturales destas partes son amigos de cultivar las tierras y de traer arboledas, que en poco espacio de tiempo hobiese acá mucha abundancia, de que no poco servicio pienso yo que redundaría a la imperial corona de Vuestra Alteza, porque sería cabsa de perpetuarse éstas partes y de tener en ellas Vuestra Secra Majestad más rentas y mayores señorio que en lo que agora en el nombre de Dios Nuestro Señor Vuestra Alteza posee, y para esto puede Vuestra Alteza ser cierto que en mí no habrá falta y que lo trabajaré por mi parte cuanto las fuerzas y poder me bastare. Puse luego por obra como esta cibdad se ganó de hacer en ella una fuerza en el agua a una parte desta cibdad en que pudiese tener los bergantines seguros y desde ella ofender a toda la cibdad, si en algo se pusiese, y estuviese en mi mano la salida y entrada cada vez que yo quisiese. E hízose. Está hecha tal que aunque yo he visto algunas casas de atarazanas y fuerzas no la he visto que le iguale, y muchos que han visto otras más afirman lo que yo. Y la manera que tiene esta casa es que a la parte de la laguna tiene dos torres muy fuertes con sus torneras en las partes necesarias, y la una destas torres sale fuera del lienzo hacia la una parte con troneras que barren todo el lienzo, y la otra a la otra parte de la mesma manera. Y destas dos torres va un cuerpo de casa de tres naves donde están los bergantines, y tienen la puerta para salir y entrar entre estas dos torres hacia el agua. Y todo este cuerpo tiene asimismo sus torneras, y al cabo deste dicho cuerpo hacia la cibdad está otra muy gran torre y de muchos aposentos bajos y altos con sus defensas y ofensas para la cibdad. Y porque la inviaré figurada a Vuestra Sacra Majestad como mejor se entienda, no diré más particularidades della sino que es tal que con tenerla es en nuestra mano la paz y la guerra cuando la quisiéremos, teniendo en ella los navíos y artillería que agora hay. Hecha esta casa, porque me paresció que ya tenía seguridad para cumplir lo que deseaba, que era poblar dentro en esta cibdad, me pasé a ella con toda la gente de mi compañía. Y se repartieron los solares por los vecinos, y a cada uno de los que fueron conquistadores en nombre de Vuestra Real Alteza yo di un solar por lo que en ella había trabajado, demás del que se les ha de dar como a vecinos que han de servir segúnd orden destas partes. Y hánse dado tanta priesa en hacer las casas de los vecinos que hay mucha cantidad della hechas y otras que llevan ya buenos prencipios, porque hay mucho aparejo de piedra, cal y madera y de mucho ladrillo que los naturales hacen, que hacen todos tan buenas y grandes casas que puede creer Vuestra Sacra Majestad que de hoy en cinco años será la más noble y populosa cibdad que haya en lo poblado del mundo y de mejores edificios. Es la población donde los españoles poblamos distinta de [la de] los naturales porque nos parte un brazo de agua, aunque en todas las calles que por ella traviesan hay puentes de madera por donde se contrata de la una parte a la otra. Hay dos grandes mercados de los naturales de la tierra, el uno en la parte do ellos habitan y el otro entre los españoles. En estos hay todas las cosas de bastimentos que en la tierra se pueden hallar por que de toda ella lo vienen a vender, y en esto no hay falta de lo que antes solía en el tiempo de su prosperidad. Verdad es que joyas de oro ni plata ni plumajes ni cosa rica no hay nada como solía, aunque algunas pezecillas de oro y plata salen, pero no como antes.
Por las diferencias que Diego Velázquez ha querido tener conmigo y por la mala voluntad que a su cabsa y por su intercesión don Juan de Fonseca, obispo de Burgos, me ha tenido, y por él y por su mandado los oficiales de la Casa de la Contratación de la cibdad de Sevilla, en especial Juan López de Recalde, contador della, de quien todo en el tiempo del obispo solía pender, no he sido proveído de artillería ni armas como tenía necesidad aunque yo muchas veces he inviado dineros para ellas. [Y] porque no hay cosa que más los ingenios de los hombres avive que la necesidad, y como yo ésta tuviese tan extrema y sin esperanza de remedio pues aquéllos no daban lugar que Vuestra Sacra Majestad la supiese, trabajé de buscar orden para que por ella no se perdiese lo que con tanto trabajo y peligro se había ganado y de donde tanto deservicio a Dios Nuestro Señor y a Vuestra Cesárea Majestad pudiera venir, y peligro a todos los que acá estábamos. Y por algunas proviencias de las destas partes me di mucha priesa en buscar cobre, y di para ello mucho rescate para que más aína se hallase. Y como me trajeron cantidad, puse por obra con un mastro que por dicha aquí se halló de hacer alguna artillería, e hice dos tiros de medias culebrinas, y salieron tan buenas que de su medida no pueden ser mejores. Y porque aunque tenía cobre faltaba estaño, porque no se puede hacer sin ello y para aquellos tiros lo había habido con mucha dificultad y me había costado mucho de algunos que tenían platos y otras vasijas dello y aun caro ni barato no lo hallaba, comencé a inquirir por todas partes si en alguna lo había. Y quiso Nuestro Señor, que tiene cuidado y siempre lo ha tenido de proveer en la mayor priesa, que topé entre los naturales de una proviencia que se dice Tachco ciertas pezezuelas dello a manera de moneda muy delgada. Y procediendo por mi pesquisa, hallé que en la dicha proviencia y aun en otras se trataba por moneda, y llegándolo de más al cabo, supe que se sacaba en la dicha proviencia de Tachco, que está veinteséis leguas desta cibdad. Y luego supe las minas e invié herrramientas y españoles, y trujiéronme muestra dello. Y de allí adelante di orden como sacaron todo lo que fue menester y se sacara lo que más hobiera necesidad, aunque con harto trabajo. Y aun andando en busca destos metales se topó vena de hierro en mucha cantidad, segúnd me informaron los que dicen que lo conoscen. Y topado este estaño, he hecho y hago cada día algunas piezas, y las que fasta agora están hechas son cinco piezas: las dos medias culebrinas y las dos poco menos en medida, y un cañón serpentino,y dos sacres que yo traje cuando vine a estas partes, y otra media culebrina que compré de los bienes del adelantado Juan Ponce de León. De los navíos que han venido terné por todas de metal piezas chicas y grandes de falconete arriba [de] treinta y cinco piezas, y de hierro entre lombardas y pasabolantes y versos y otras maneras de tiros de hierro colado hasta sesenta piezas, así que ya, loado Nuestro Señor, nos podremos defender. Y para la munición no menos proveyó Dios, que hallamos tanto salitre y tan bueno que podríamos proveer para otras necesidades, teniendo aparejo de calderas en que cocerlo, aunque se gasta acá harto en las muchas entradas que se hacen. Y para el azufre ya a Vuestra Sacra Majestad he fecho mención de una sierra que está en esta proviencia que sale mucho humo, y de alli, entrando un español setenta u ochenta brazas atado a la boca abajo se ha sacado, con que hasta agora nos habemos sostenido. Ya de aquí adelante no habrá necesidad de ponernos en este trabajo, porque es peligroso. Y yo escribo siempre que nos provean de España, y Vuestra Majestad ha sido servido que no haya ya obispo que nos lo impida.
Después de haber dejado asentada la villa de Santisteban que en el río de Pánuco se pobló, y haber dado fin en la conquista de Tututepeque y de haber despachado el capitán que fue a los Ympilcingos y a Coliman, que de todo en un capítulo de los pasados hice mención, antes de venir a esta cibdad fui a la villa de la Vera Cruz y a la de Medellín para visitarlas y proveer algunas cosas que en aquellos puertos había que proveer. Y porque hallé que, a cabsa de no haber población de españoles más cerca del puerto de San Juan de Chalchiqueca que la villa de la Vera Cruz, iban los navíos a descargar a ella, y por no ser aquel puerto tan seguro como conviene, segúnd los nortes en aquella costa reinan, se perdían muchos, y fui al dicho puerto de Sant Juan a buscar cerca de algúnd asiento para poblar, aun que al tiempo que yo allí salté se buscó con harta deligencia, y por ser todo sierras de arena que se mudan cada rato no se halló. Y desta vez estuve allí algunos días buscándolo, y quiso Nuestro Señor que dos leguas del dicho puerto se halló muy buen asiento con todas las cualidades que para asentar pueblo se requiere, porque tiene mucha leña y agua y pastos, salvo que madera ni piedra para edificar no la hay sino muy lejos. Y hallóse un estero junto al dicho asiento por el cual yo hice salir con una canoa para ver si salía a la mar o por él podrían entrar barcas hasta el pueblo, y hallóse que iba a dar a un río que sale a la mar y en la boca del río se halló una braza de agua y más, por manera que limpiándose aquel estero, que está ocupado de mucha madera de árboles, podrán subir las barcas hasta descargar dentro en las casas del pueblo. Y viendo este aparejo de asiento y la necesidad que había de remedio para los navíos, hice que la villa de Medellín, que estaba veinte leguas la tierra adentro en la proviencia de Tatalpterelco se pasase allí. Y ansí se ha fecho, que se han pasado ya casi todos los vecinos y tienen hechas sus casas y se da orden cómo se limpie aquel estero y se haga en aquella villa una casa de contratación, porque aunque los navíos se tarden en descargar, porque han de subir dos leguas con las barcas aquel estero arriba, estarán seguros de perderse. Y tengo por cierto que aquel pueblo ha de ser después desta cibdad el mejor que hobiere en esta Nueva España, porque después acá han descargado en él algunos navíos y suben las barcas con las mercaderías hasta las casas del dicho pueblo, y aun asimismo bergantines. Y en esto yo tra bajaré de lo tener tan a punto que muy sin trabajo descarguen, y los navíos desde aquí adelante estarán seguros porque el puerto es muy bueno. Y asimismo se da mucha priesa en hacer los caminos que de aquella villa vienen a esta cibdad, y con esto habrá mejor despacho en las mercaderías que hasta aquí, porque es mejor camino y se ataja una jornada.
En los capítulos pasados he dicho, Muy Poderoso Señor, a Vuestra Excelencia las partes adonde he inviado gente así por la mar como por la tierra, de que creo, guiándolo Nuestro Señor, Vuestra Majestad ha de ser muy servido. Y como tengo contino cuidado y siempre me ocupo en pensar todas las maneras que se puedan tener para poner en ejecución y efetuar el deseo que yo al real servicio de Vuestra Majestad tengo, viendo que otra cosa no me quedaba para esto sino el secreto de la costa que está por descubrír entre el río de Pánuco y la Florida, que es lo que descubrió el adelantado Juan Ponce de León, y de allí la costa de la dicha Florida por la parte del norte hasta llegar a Los Bacallaos, porque se tiene cierto que en aquella costa hay estrecho que pasa a la Mar del Sur, y si se hallase, segúnd cierta figura que yo tengo del paraje adonde está aquel archipiélago que descubríó Magallanes por mandado de Vuestra Alteza, paresce que saldría muy cerca de allí, y siendo Dios Nuestro Señor muy servido que por allí se topase el dicho estrecho sería la navegación desde la Especería para estos reinos de Vuestra Majestad muy buena y muy breve, y tanto que sería las dos tercias partes menos que por donde agora se navega y sin ningúnd riesgo ni peligro de los navíos que fuesen y veniesen, porque irían siempre y vernían por reinos y señorios de Vuestra Majestad, que cada vez que alguna nescesidad tuviesen se podrían reparar sin ningúnd peligro en cualquiera parte que quisiesen tomar puerto como en tierra de Vuestra Alteza, y por representárseme el gran servicio que de aquí a Vuestra Majestad resulta, aunque yo estoy harto gastado y empeñado por lo mucho que debo y he gastado en todas las otras armadas que he fecho así por la tierra como por la mar, y en sostener los pertrechosy artillería que tengo en esta cibdad y envío a todas partes, y otros muchos gastos y costas que de cada día se me ofrescen. Porque todo se ha fecho y hace a mi costa, y todas las cosas de que nos hemos de proveer son tan caras y de tan excesivos prescios que aunque la tierra es rica no basta el interese que yo della puedo haber a las grandes costas y espensas que tengo, pero con todo, habiendo respeto a lo que en este capítulo digo y posponiendo toda la necesidad que se me pueda ofrescer, aunque certifico a Vuestra Majestad que para ello tomo los dineros prestados, he determinado de inviar tres carabelas y dos bergantines en esta demanda, aunque pienso que me costará más de diez mill pesos de oro, y juntar este servicio con los demás que he fecho porque le tengo por el mayor si, como digo, se halla el estrecho. Y ya que no se halle, no es posible que no se descubran muy grandes y ricas tierras donde Vuestra Cesárea Majestad mucho se sirva y los reinos y señoríos de su real corona se ensanchen en mucha cantidad. Y síguese desto más utilidad, ya que el dicho estrecho no se hallase, porque terná Vuestra Alteza sabido que no lo hay y darse ha orden cómo por otra parte Vuestra Cesárea Majestad mucho se sirva de aquella tierras de la Especería y de todas las otras que con ellas confinan. Y esta orden yo me ofrezco a Vuestra Alteza que siendo servido de me la mandar, ya que falte el estrecho la daré, con que Vuestra Majestad mucho se sirva y a menos costa. Plega a Nuestro Señor que el armada consiga el fin para que se hace, que es descubrir aquel estrecho, porque sería lo mejor, lo cual tengo muy creído, porque en la real ventura de Vuestra Majestad ninguna cosa se puede encubrir, y a mí no me faltará diligencia y buen recabdo y voluntad para lo trabajar.
Asimismo pienso inviar los navíos que tengo hechos en la Mar del Sur, que, queriendo Nuestro Señor, navegarán en fin del mes de julio deste año de quinientos y veinte y cuatro por la misma costa abajo en demanda del dicho estrecho, porque si le hay no se puede esconder a éstos por la Mar del Sur y a los otros por la Mar del Norte, porque éstos del sur llevarán la costa hasta hallar el dicho estrecho o juntar la tierra con la que descubrió Magallanes, y los otros del norte, como he dicho, hasta la juntar con Los Bacallaos, así que por una parte y por otra no se deje de saber el secreto. Certifico a Vuestra Majestad que, segúnd tengo información de tierras la costa de la Mar del Sur arriba, que inviando por ella estos navíos yo hobiera muy grandes intereses y aun Vuestra Majestad se sirviera, mas como yo sea informado del deseo que Vuestra Majestad tiene de saber el secreto deste estrecho y el gran servicio que en le descubrir su real corona rescibiría, dejo atrás todos los otros provechos e intereses que por acá me estaban muy notoríos por seguir este otro camino. Nuestro Señor lo guíe como sea más servido, y Vuestra Majestad cumpla su deseo y yo asimismo cumpla mi deseo de servir.
Los oficiales que Vuestra Majestad mandó venir para entender en sus reales cuentas y hacienda son llegados, y se han comenzado a tomar las cuentas a los que antes tenían este cargo que yo en nombre de Vuestra Alteza para ello había señalado. Y porque los dichos oficiales harán relación a Vuestra Majestad del recado que en todo hasta aquí ha habido, no me deterné en dar dello particular cuenta a Vuestra Majestad más de remitirme a la que ellos inviarán, que creo será tal que por ella Vuestra Alteza conozca la solicitud y vigilancia que yo he siempre tenido en lo que toca a su real servicio; y que aunque la ocupación de las guerras y pacificación desta tierra haya sido tanta cuanta el suceso manifiesta, que no por eso me he olvidado de tener especial cuidado de guardar y alegar todo lo que ha sido posible de lo que a Vuestra Majestad ha pertenido y yo he podido aplicar. Y porque por la carta cuenta que los dichos oficiales a Vuestra Cesárea Majestad invían paresce y verá Vuestra Alteza que yo he gastado de sus reales rentas en las cosas que para la pacificación destas partes y ensanchamiento de los señoríos que ellas Vuestra Cesárea Majestad tiene sesenta y dos mill y tantos pesos de oro, es bien que Vuestra Alteza sepa que no se pudo hacer otra cosa, porque cuando yo comencé a gastar dello fue después de no me haber a mí quedado qué gastar y aun de estar empeñado en más de treinta mill pesos de oro que tomé prestados de algunas personas. Y como no se pudiese hacer otra cosa ni en el real servicio de Vuestra Alteza se pudiese cumplir lo necesario y mi deseo, fue forzado gastarlo. Y no creo que ha sido tan poco el fruto que dello redunda y redundará que no sean más de mill por ciento de ganancia. Y porque los oficiales de Vuestra Majestad, puesto que les costa que de haberlo yo gastado ha sido muy servido, no lo resciben en cuenta porque dicen que para ello no traen comisión ni poder, suplico a Vuestra Majestad mande que, paresciendo ello haber sido bien gastado, se me resciba y se me paguen otros cincuenta y tantos mill pesos de oro que yo he gastado de mi hacienda y que he tomado prestados de mis amigos, porque si esto no se me pagase yo no podría cumplir con los que me lo han prestado y quedaría en mucha necesidad. Y no tengo yo pensamiento que Vuestra Cesárea Majestad lo permita, sino que antes, demás de pagárseme, me ha de hacer muchas y grandes mercedes, porque demás de ser Vuestra Alteza tan católico y cristianísimo príncipe, mis servicios por su parte no lo desmerecen y el fruto que han hecho da dello testimonio.
De los dichos oficiales y de otras personas que en su compañía vinieron y por algunas cartas que desos reinos me han escrito he sabido que las cosas que yo a Vuestra Cesárea Majestad invié con Antonio de Quiñones y Alonso de Avilla, que fueron por procuradores desta Nueva España, no llegaron ante su real presencia porque fueron tomados de los franceses a cabsa del mal recabdo que los de la Casa de la Contratación de la cibdad de Sevilla enviaron para que los acompañase desde la isla de los Azores. Y aunque por ser todas las cosas que iban tan ricas y estrañas que deseaba yo mucho que Vuestra Sacra Majestad las viera, porque demás del servicio que con ellas Vuestra Alteza rescibía mis servicios fueran más manifiestos, me ha pesado mucho, mas también he holgado que las llevasen porque a Vuestra Majestad harán poca falta y yo trabajaré de inviar otras muy más ricas y estrañas, segúnd tengo nuevas de algunas proviencias que agora he inviado a conquistar y de otras que inviaré muy presto, teniendo gente para ello. Y los franceses y los otros príncipes a quien aquellas cosas fueron notorias conoscerán por ellas la razón que tienen de se subjetar a la imperial corona de Vuestra Cesárea Majestad, pues demás de los muchos y grandes reinos y señoríos que en estas partes Vuestra Alteza tiene déstas tan diversas y apartadas, yo, el menor de sus vasallos, tantos y tales servicios le puedo hacer. Y para principio de mi ofrescimiento invío agora con Diego de Soto, criado mío, ciertas cosillas que entonces quedaron por desecho y por no dignas de acompañar a las otras y algunas que después acá yo he hecho, que aunque, como digo, queda ron por desechadas, tienen algúnd parescer. Con ellas envío ansimesmo una culebrina de plata que entró en la fundición della veintecuatro quintales y dos arrobas, aunque creo entró en la fundición algo porque se hizo dos veces. Y aunque me fue asaz costosa, porque demás de lo que me costó el metal, que fueron veinte y cuatro mill pesos de oro a razón de a cinco pesos de oro el marco con las otras costas de fundidores y grabadores y de lo llevar hasta el puerto, me costó más de otros tres mill pesos de oro, pero por ser una cosa tan rica y tan de ver y digna de ir ante tan alto y excelentísimo príncipe, me puse a lo trabajar y gastar. Suplico a Vuestra Cesárea Majestad resciba mi pequeño servicio teniéndole en tanto cuanto la grandeza de mi voluntad para le facer mayor si pudiera meresce, porque aunque estaba adebdado, como a Vuestra Alteza arriba digo, me quise adebdar en más deseando que Vuestra Majestad conosca el deseo que de servir tengo, porque he sido tan mal dichoso que hasta agora he tenido tantas contradiciones ante Vuestra Alteza que no han dado lugar a que este mi deseo se manifestase.
Ansimesmo invío a Vuestra Sacra Majestad sesenta mill pesos de oro que han pertenescido a sus reales rentas, como Vuestra Alteza verá por la cuenta que dello los oficiales y yo enviamos. Y hemos tenido atrevimiento a inviar tanta suma junta así por la nescesidad que acá se nos representa que Vuestra Majestad debe tener con las guerras y otras cosas como porque Vuestra Majestad no tenga en mucho la pérdida de lo pasado. Y después desto se inviarán cada vez que hobiere aparejo todo lo más que yo pudiere, y crea Vuestra Sacra Majestad que, segúnd las cosas van enhiladas y se ensanchan los reinos y señoríos de Vuestra Alteza, que terná en ellas más seguras rentas y sin costa que en ninguno de todos sus reinos y señoríos si no se nos ofrecen algunos embarazosde los que hasta aquí se nos han ofrescido. Digo esto porque habrá dos días que Gonalo de Salazar, fator de Vuestra Alteza, llegó al puerto de San Juan desta Nueva España, del cual he sabido que en la isla de Cuba, por donde pasó, le dijeron que Diego Velásquez, teniente de almirante en ella, había tenido formas con el capitán Cristóbal Dolid, que yo envié a poblar a las Hibueras en nombre de Vuestra Majestad, y que se había concertado que se alzaría con la tierra por el dicho Diego Velázquez, aunque por ser el caso tan feo y tan en deservicio de Vuestra Majestad yo no lo puedo creer. Aunque por otra parte lo creo, conosciendo las mañas que el dicho Diego Velázquez siempre ha querido tener para me dañar y estorbar que no sirva, porque cuando otra cosa no puede hacer trabaja que no pase gente en estas partes, y como manda aquella isla, prende a los que van de acá que por allí pasan y les hace muchas opresiones y agravios y tómales mucho de lo que llevan y después hace probanzas con ellos porque los delibre, y por verse libres dél hacen y dicen todo lo que él quiere. Yo me informaré de la verdad, y si hallo ser ansí, pienso inviar por el dicho Diego Velázquez y prenderle; y preso, inviarle a Vuestra Majestad, porque cortando la raíz de todos estos males que es este hombre, todas las otras ramas se secarán y yo podré más libremente efetuar mis servicios comenzados y los que pienso comenzar.
Todas las veces que a Vuestra Sacra Majestad he escrito he dicho a Vuestra Alteza el aparejo que hay en algunos de los naturales destas partes para se convertir a nuestra sancta fee católica y ser cristianos, y he inviado a suplicar a Vuestra Cesárea Majestad para ello mandase proveer de personas religiosas de buena vida y enxemplo. Y porque hasta agora han venido muy pocos o casi ningunos y es cierto que harian grandísimo fruto, lo torno a traer a la memoria a Vuestra Alteza y le suplico lo mande proveer con toda brevedad, porque dello Dios Nuestro Señor será muy servido y se cumplirá el deseo que Vuestra Alteza en este caso como católico tiene; y porque con los dichos procuradores Antonio de Quiñones y Alonso Dávila los concejos de las villas desta Nueva España y yo enviamos a suplicar a Vuestra Majestad mandase proveer de obispos u otros perlados para la administración de los oficios y culto divino. Y entonces paresciónos que ansí convenía; y agora, mirándolo bien, háme parescido que Vuestra Sacra Majestad los debe mandar proveer de otra manera, para que los naturales destas partes más aína se conviertan y puedan ser instruidos en las cosas de nuestra sancta fee católica. Y la manera que a mí en este caso me paresce que se debe tener es que Vuestra Sacra Majestad mande que vengan a estas partes muchas personas religiosas, como ya he dicho, y muy celosas deste fin de la conversión destas gentes, y que déstos se hagan casas y monesterios por las proviencias que acá nos paresciere que convienen; y que a éstos se les dé de los diezmos para hacer sus casas y sostener sus vidas, y lo demás que restare dello sea para las iglesias y ornamentos de los pueblos donde estuvieren los españoles y para clérigos que las sirvan; y que estos diezmos los cobren los oficiales de Vuestra Majestad y tengan cuenta y razón dellos y provean dellos a los dichos monesterios e iglesias, que bastará para todo y aun sobra harto de que Vuestra Majestad se puede servir, y que Vuestra Alteza suplique a Su Santidad conceda a Vuestra Majestad los diezmos destas partes para este efeto, haciéndole entender el servicio que a Dios Nuestro Señor se hace en que esta gente se convierta; y que esto no se podría hacer sino por esta vía, porque habiendo obispos y perlados, no dejarían de seguir la costumbre que por nuestros pecados hoy tienen de disponer de los bienes de la Iglesia, que es gastarlos en pompas y en otros vicios y en dejar mayorazgos a sus hijos o parientes; y aún sería otro mayor mal: que como los naturales destas partes tenían en sus tiempos personas religiosas que entiendían en sus ritos y cerimonias y éstos eran tan recogidos así en honestidad como en castidad que si alguna cosa fuera desto a alguno se le sentía era punido con pena de muerte, y si agora viesen las cosas de la Iglesia y servicio de Dios en poder de canónigos y otras dinidades y supiesen que aquellos eran ministros de Dios y los viesen usar de los vicios y profanidades que agora en nuestros tiempos en esos reinos usan, sería menospreciar nuestra fee y tenerla por cosa de burla, y sería a tan grand daño que no creo que aprovecharía ninguna otra predicación que se les hiciese. Y pues que tanto en esto va y la principal intención de Vuestra Majestad es y debe ser que estas gentes se conviertan y los que acá en su real nombre residimos la debemos seguir y como cristianos tener dello especial cuidado, he querido en esto avisar a Vuestra Cesárea Majestad y decir en ello mi parescer, el cual suplico a Vuestra Alteza resciba como de persona, súbdito y vasallo suyo que así como con las fuerzas corporales trabajo y trabajaré que los reinos y señoríos de Vuestra Majestad por estas partes se ensanchen y su real fama y grand poder entre estas gentes se publique, que ansí deseo y trabajaré con el ánima para que Vuestra Alteza en ellas mande sembrar nuestra santa fee porque por ello meresca la bienaventuranza de la vida perpetua. Y porque para hacer órdenes y bendecir iglesias y ornamentos y olios y crisma, no habiendo obispos, sería dificultoso ir a buscar el remedio dellas a otras partes, asimismo Vuestra Majestad debe suplicar a Su Santidad que conceda su poder y sean sus subdelegados en estas partes las dos personas principales de religiosos que estas partes venieren, uno de la orden de San Francisco y otro de la orden de Santo Domingo, los cuales tengan los más largos poderes que Vuestra Majestad pudiere, porque por ser estas tierras tan apartadas de la Iglesia Romana y los cristianos que en ellas residimos y residieren tan lejos de los remedios de nuestras conciencias y como humanos tan subjetos a pecado, hay necesidad que en esto Su Santidad con nosotros se estienda en dar a estas personas muy largos poderes; y los tales poderes sucedan en las personas que siempre residan en estas partes, que sea en el general que fuere en estas tierras o en el proviencial de cada una destas órdenes.
Los diezmos destas partes se han arrendado de algunas villas, y de las otras anda en pregón y arriéndanse desde al año de veintetrés a esta parte. Y de los demás no me paresció que se debía hacer, porque ellos en sí fueron pocos y porque en aquel tiempo los que algunas crianzas tenían, como era en tiempo de guerras gastaban más en sostenerlo que el provecho que dello había. Si otra cosa Vuestra Majestad enviare a mandar, hacerse ha lo que más fuere su servicio.
Los diezmos desta cibdad del dicho año de veinte y tres y déste de veinte y cuatro se remataron en cinco mill y quinientos y cincuenta pesos de oro, y los de las villas de Medellín y la Vera Cruz andan en prescio de mill pesos de oro por los dichos años. No están rematadas, y creo subirán más. Los de las otras villas no he sabido si están puestos en prescio, porque como están lejos, no he habido respuesta. Destos dineros se gastarán para hacer las iglesias y pagar los curas y sacristanes y ornamentos y otros gastos que fueren menester para las dichas iglesias. Y de todo terná cuenta el contador y tesorero de Vuestra Majestad porque todo se entregará al dicho tesorero, y lo que se gastare será por libramiento del contador y mío.
Asimismo, Muy Católico Señor, he sido informado de los navíos que agora han venido de las Islas que los jueces y oficiales de Vuestra Majestad que en la isla Española residen han proveído y mandado apregonar que en la dicha isla y en todas las otras que no saquen yeguas ni otras cosas que puedan multiplicar para esta Nueva España so pena de muerte. Y lo han hecho a fin que siempre tengamos necesidad de comprarles sus ganados y bestias y ellos nos los vendan por excesivos prescios. Y no lo debieran hacer, así por estar notorio del mucho de servicio que a Vuestra Majestad se hace en escusar que esta tierra se pueble y se pacifique - pues saben cuánta necesidad hay desto que ellos defienden para sostener lo ganado y ganar lo que más hay - como por las buenas obras y mucho noblescimiento que aquellas islas desta Nueva España han rescibido, y porque en la verdad ellos allá tienen poca necesidad de lo que defienden. Suplico a Vuestra Majestad lo mande proveer inviando a aquellas islas su provisión real para que todas las personas que lo quisieren sacar lo puedan hacer sin pena alguna y a ellos que no lo defiendan, porque demás de no les hacer a ellos falta, Vuestra Majestad sería dello muy deservido porque no podríamos acá hacer nada en conquistar cosa de nuevo ni aun sostener lo conquistado. Y yo me hobiera pagado bien desto de manera que ellos holgaran de reponer sus mandamientos y pregones, porque con dar yo otro que ninguna cosa que de aquellas islas se trajese se descargase en esta tierra si no fuese las que ellos defienden, ellos holgarían de dejar traer lo uno porque se les recibiese lo otro, pues no tienen otro remedio para tener algo sino la contratación desta tierra, que antes que la tuviesen no había entre todos los vecinos de las Islas mill pesos de oro y agora tienen más que en ningún tiempo tuvieron. Mas por no dar lugar que a los que han querido maldecir puedan estender sus lenguas lo he disimulado hasta lo manifestar a Vuestra Majestad, para que Vuestra Alteza lo mande proveer como convenga a su real servicio.
También he hecho saber a Vuestra Cesárea Majestad la necesidad que hay que a esta tierra se traigan plantas de todas suertes. Y por el aparejo que en esta tierra hay de todo género de agricultura y porque fasta agora ninguna cosa se ha proveído, torno a suplicar a Vuestra Majestad, porque dello será muy servido, mande inviar su provisión a la Casa de la Contratación de Sivilla para que cada navío traiga cierta cantidad de plantas y que no pueda salir sin ellas, porque será mucha cabsa para la población y perpetuación della.
Como a mí me convenga buscar toda la buena orden que sea posible para que estas tierras se pueblen y los españoles y los naturales dellas se conserven y se perpetúen y nuestra santa fee en todo se arraigue, pues Vuestra Majestad me hizo merced de me dar cuidado y Dios Nuestro Señor fue servido de me hacer medio por donde veniese en su conoscimiento y debajo del imperial yugo de Vuestra Alteza, hice ciertas ordenanzas y las mandé pregonar. Y porque dellas invío copia a Vuestra Majestad no terné que decir sino que a todo lo que acá yo he podido sentir es cosa muy conveniente que las dichas ordenanzas se cumplan. De algunas dellas los españoles que en estas partes residen no están muy satisfechos, en especial de aquellas que los obligan a raigarse en la tierra, porque todos o los más tienen pensamiento de se haber con estas tierras como se han habido con las Islas que antes se poblaron, que es esquilmarlas y destruirlas y después dejarlas. Y porque me paresce que sería muy grand culpa a los que de lo pasado tenemos esperiencia no remediar lo presente y por venir proveyendo en aquellas cosas por donde nos es notorio haberse perdido las dichas Islas, mayormente siendo esta tierra, como yo muchas veces a Vuestra Majestad he escrito, de tanta grandeza y nobleza donde tanto Dios Nuestro Señor puede ser servido y las reales rentas de Vuestra Majestad acrecentadas, suplico a Vuestra Majestad las mande mirar, y de aquello que más Vuestra Alteza fuere servido me invíe a mandar la orden que debo tener así en el cumplimiento destas dichas ordenanzas como en las que más Vuestra Majestad fuere servido que se guarden y cumplan. Y siempre terné cuidado de añadír lo que más me paresciere que convíene, porque como por la grandeza y diversidad de las tierras que cada día se descubren y por muchos secretos que de cada día de lo descubierto conoscemos hay necesidad que a nuevos acontecimientos haya nuevos paresceres y consejos. Y si en algunos de los que he dicho o de aquí adelante dijiere a Vuestra Majestad le paresce que contradigo algunos de los pasados, crea Vuestra Excelencia que nuevo caso me hace dar nuevo parescer.
Invictísimo César, Dios Nuestro Señor la imperial persona de Vuestra Majestad, guarde y con acrecentamiento de muy mayores reinos y senoríos por muy largos tiempos en su santo servicio prospere y conserve con todo lo demás que por Vuestra Alteza se desea. De la grand cibdad de Temixtitán desta Nueva España, quince días del mes de otubre de mill quinientos y veinte y cuatro años.
De Vuestra Sacra Majestad muy humill siervo y vasallo que los reales pies y manos de Vuestra Majestad besa, - Hernando Cortés.