La batalla del Peñol de Nochistlán y

la caída de Pedro de Alvarado

 

 

Xavier López Medellín

enero de 2011

 

Página de relación

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Figura 1: Nueva España y Nueva Galicia. Willem Janszoon Blaeu. Amsterdam 1635. El círculo negro indica el lugar del Peñol de Nochistlán.

La región del occidente de México era conocida por los españoles del siglo XVI como Nueva Galicia y estaba habitada por diversos grupos indígenas como los tecos, tepeques, cocas, tecuexes, caxcanaes, guamares, entre otros, todos conocidos como chichimecas (Medrano Enríquez 2009: 54). En la actualidad, esta región está formada por los estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán, Sinaloa, Zacatecas y Aguascalientes (Álvarez 2008: 185).

En 1530 el presidente de la Primera Audiencia, Nuño de Guzmán, organizó una expedición militar para dominar esta región y ampliar así la expansión española. A su paso el ejército devastó diversas poblaciones, robando provisiones, arrasando cultivos y torturando a los nativos para obtener información sobre las riquezas del país (Álvarez 2008: 153). Estos abusos dieron como resultado que los nativos abandonaran sus poblaciones huyendo hacia las partes altas de las montañas en donde vivían y desde donde podían defenderse y atacar. Primero, el descontento se mostró cuando los indígenas comenzaron a faltar a las misas, pero después comenzaron a asesinar frailes y encomenderos (Medrano Enríquez 2009: 55). Así estallaba un movimiento de resistencia que será conocido como Guerra del Mixtón, desde la sierra de Nayarit hasta las regiones de Juchipila, Nochistlán y Teocaltiche, en los estados de Jalisco y Zacatecas. La rebelión era dirigida por el jefe Xiulteque, por los señores de Jalpa y Tlaltenango, y por Tenamaxtle, hermano del señor de Nochistlán. Estos caudillos difundieron en sus tierras la semilla de la guerra y bajo el lema: “Axcan quema, tehuatl, nehuatl” (Hasta tu muerte o la mía), coordinaron los ataques contra los españoles (www.inep.org - Axcan quema, tehuatl, nehuatl. La Rebelión del Mixtón. Enero 2011).

Para hacer frente a esta creciente amenaza, el gobernador de la Nueva Galicia, Cristóbal de Oñate, despachó de Guadalajara a su capitán Diego de Ibarra con un escuadrón de españoles e indígenas, con las órdenes de combatir a un grupo de caxcanes que se había fortificado en un peñol en la región de Zacatecas. Al llegar al sitio, Ibarra acampó con sus hombres en la base de una colina conocida como Peñol del Mixtón, en cuya cima se encontraban los “rebeldes”. Esa noche, los indígenas caxcanes aprovecharon la aparición del eclipse solar ocurrido el 9 de abril de 1541 para atacar por sorpresa y derrotar al ejército español (Medrano Enríquez 2009: 55).

La aplastante derrota sufrida por Ibarra sumió en el temor a los pobladores españoles de Guadalajara y sus inmediaciones, por lo que Cristóbal de Oñate solicita la ayuda de Pedro de Alvarado, quien se encontraba en las costas de Jalisco preparando una expedición a la Mar del Sur. De igual forma pide auxilio al virrey Antonio de Mendoza, quien al percatarse de la gravedad del asunto, solicita también a Alvarado que acuda de inmediato al llamado del gobernador (Medrano Enríquez 2009: 55).

Al enterarse de la situación en que se encontraba Oñate, Alvarado reúne en consejo a sus capitanes y mandó con un mensajero su contestación “que dijese a todos aquellos caballeros que [...] depusiesen todo temor, pues que él iba ya y supiesen que primero le faltaría la vida que él los desamparase” (Fernández del Castillo 1945: 134).

De inmediato se dirige a Guadalajara, y el 12 de junio se reúne con Oñate e Ibarra, quienes le informan que los indígenas se habían fortalecido también en otra localidad: El Peñol de Nochistlán. Pedro de Alvarado decide atacar de inmediato diciendo “que era una gran vergüenza que cuatro gatillos hayan hecho tanto ruido y tronido que han alborotado dos reinos”. Sin embargo, Oñate e Ibarra trataban de convencerlo de no atacar inmediatamente diciendo que “En Nueva España había ciudades, y los indios tenían bienes que defender, pero en Nueva Galicia son los indios como vuecencia dice gatillos, que si de una montaña los bajan se encaraman en otra, se hacen fuertes y nos dejan estropeados”. “Además, en este tiempo, tienen las aguas tan cenagosas las tierras que no es provechosa la caballería [...] irlos a buscar a sus fortalezas es exponerse a ser vencidos [...] es menester dejar pasar el tiempo de aguas” (Fernández del Castillo 1945: 134-135).

Alvarado sin embargo, no prestó atención a estos consejos y continuó preparando a sus fuerzas para el ataque. Despachó a cincuenta hombres en socorro de otra población y él parte con más de un centenar al peñol. Al despedirse, Oñate le dijo: “Temo suceda algún desastre, señor Adelantado, por no esperar mejor tiempo”. Alvarado le contestó: “Ya está echada la suerte; a marchar amigos, en el nombre de Dios y que cada uno haga su deber que a esto venimos” (Fernández del Castillo 1945: 135).

Alguien que habló con varios testigos presenciales cuenta que Alvarado llegó “a un peñol donde estaban muy fuertes los indios y tan encarnizados, que habían muerto treinta españoles y hecho huir a los demás y como estaban muy en alto y agro, cayeron muchos caballos, cuesta abajo”. Los españoles estaban siendo derrotados, por lo que Alvarado llamó a una retirada. Muchos soldados entraron en pánico, entre ellos Baltasar de Montoya, natural de Sevilla y escribano del ejército, quien no dejaba de azuzar a su caballo para apurar su paso. Pedro de Alvarado le gritó que se detuviera, que los indios cesaban en su ataque, pero Montoya no escucho y obligó a su caballo a avanzar apresuradamente en la pendiente del peñol. Entonces su caballo dio un traspié y resbaló cuesta abajo con el jinete, atropellando a Alvarado y arrastrándolos a todos desde una gran altura a un precipicio. Al ir en su auxilio, encontraron a Alvarado en muy mal estado, mientras que Montoya solo presentaba heridas muy leves (Fernández del Castillo 1945: 137).

Pedro de Alvarado fue transportado a la casa de su sobrina Magdalena, que se encontraba en un pueblo inmediato al sitio del accidente. Ahí atendieron sus heridas y mandaron llamar a un sacerdote para que le administrara los sacramentos. Después dictó su testamento ante el mismo Baltasar de Montoya, mandando que se le sepulte en el convento de Santo Domingo en México; que a su entierro fuera toda la clerecía y se le cantase una misa muy solemne; que se pagaran sus deudas y los salarios de sus criados; deja como heredera universal a Doña Beatriz de la Cueva, su esposa. Después se despidió de Oñate diciendo “he cumplido Señor, la palabra que os di de que primero me faltaría la vida que desamparase el reino: ya se abrevia mi partida, ahora es tiempo”. Pidió perdón a todos y murió abrazado a un crucifijo (Fernández del Castillo 1945: 140).

 

EN BUSCA DEL PEÑOL DE NOCHISTLAN

Aunque los combates del Peñol de Nochistlán fueron documentados en diversos textos, su ubicación exacta ha sido motivo de controversia. Aprovechando una visita a Aguascalientes, localidad cercana al poblado de Nochistlán, Zacatecas, decidimos investigar sobre el sitio y visitar el lugar en el que ocurrió la batalla del Peñol de Nochistlán, la última de Pedro de Alvarado.

Encontramos una interesante propuesta de investigación escrita en el 2005 y titulada “En busca de los muertos en campos de batalla (Guerra del Mixtón 1540-41): La aplicación de las técnicas arqueológicas”, escrito por la Dra. Angélica María Medrano Enríquez, de la Unidad Académica de Antropología de la Universidad Autónoma de Zacatecas. En dicho documento se plantea el uso de técnicas de innovadoras para encontrar evidencia arqueológica de los sitios de conflicto bélico, y pretenden identificar los enterramientos de personas muertas en los campos de contienda militar de la Guerra del Mixtón, en particular en el Peñol de Nochistlán (Medrano Enríquez 2005: 782).

Al contactar a la Dra. Medrano, nos explicó que junto con su equipo ha investigado la región actual del municipio de Nochistlán de Mejía, al sur de Zacatecas en busca de este sitio. Sus investigaciones parten del uso de fuentes históricas para caracterizar el Peñol de Nochistlán; también utilizan la arqueología del paisaje para determinar el área más idónea para que ocurrieran las batallas; y finalmente, utilizaron detectores de metal para ayudarles a encontrar objetos. Después de un intenso trabajo se identificaron tres sitios como lugares propicios para ser el Peñol de Nochistlán: Mesa de San Juan, Cerro de San Miguel y Cerro el Tuiche (Medrano Enríquez 2009: 56).

De acuerdo a estas publicaciones, uno de los primeros datos que ayudan a identificar cuál de estos tres sitios es el Peñol de Nochistlán, consiste en que el nombre de peñol connota la presencia de grandes riscos o piedras, por ello es posible descartar la Mesa de San Juan y el Cerro de San Miguel pues sus características topográficas no son las más adecuadas para ofrecer resguardo y defensa. Además, los registros históricos indican que el peñol estaba protegido por siete cercas de piedra y el Cerro el Tuiche es el único en que se encontraron vestigios de estas barreras (Medrano Enríquez 2009: 56).

Figura 2: En el Códice Vaticano A, Lámina CXXXVII se muestra la batalla en el Peñol de Nochistlán. Se observa un indígena armado en la cima del peñol combatiendo a los españoles; las cercas de defensa, el río que rodea al peñol y en la parte superior izquierda se ve a Alvarado muerto (identificado con el símbolo de Sol o Tonatiuh, como le conocían los indígenas), y la fecha de su derrota (1541).

 Es por ello que el Cerro de El Tuiche es considerado como el sitio idóneo para que ocurrieran las batallas del Peñol de Nochistlan: 1. En su parte norte y este está rodeado por grandes riscos, y en la parte sur y oeste hay profundos barrancos. Ambas características que funcionan como defensa natural. 2. El cerro se encuentra rodeado por alineamientos de piedra artificiales, que impiden el acceso por los sitios que no cuentan con peñas ni barrancos. 3. Finalmente, las crónicas mencionan que el peñol estaba rodeado por  una corriente de agua, el Cerro El Tuinche es rodeado por un arroyo (Figura 2).  

Figura 3. Tomada de Medrano Enríquez 2009. Vista aérea de El Tuiche donde se observa el arroyo del mismo nombre que rodea el cerro, los alineamientos de piedra y los barrancos. 

La evidencia arqueológica encontrada en el Cerro El Tuiche indica una ocupación previa al periodo caxcán (1300 d.C), pues se ha encontrado cerámica que data del 300 al 900 d.C. También se identificaron piezas de armas europeas del siglo XVI: dieciséis puntas de flecha de ballesta y trece piezas de plomo identificadas como balas de arcabuz (Figura 3). Estos artefactos indican la presencia de un ejército español en la zona, y al tratarse de instrumentos bélicos, sugieren un enfrentamiento entre indígenas y españoles, por lo que parece que este es el sitio indicado en donde ocurrieron los enfrentamientos y que fuera llamado “Peñol de Nochistlán”, lugar en el que Pedro de Alvarado peleó su última batalla (Medrano Enríquez 2009: 59-61).

Figura 4. Tomada de Medrano Enríquez 2009. Izq. Perdigones de arcabuz encontrados en El Tuiche. Der. Puntas de flecha de ballesta encontradas en El Tuiche. Fotografías de Angélica Medrano Enríquez.

 

Figura 5. Cerro El Tuiche. Fotografía Xavier López Medellín.

 

BIBLIOGRAFÍA:

Álvarez, S.: “Conquista y encomienda en la Nueva Galicia durante la primera mitad del siglo XVI: ´Bárbaros´ y ´Civilizados´ en las fronteras Americanas”, en: Relaciones 29/ 116 (2008), 135-188

Fernández del Castillo F.: Don Pedro de Alvarado. Antigua Librería Robledo. México D. F. 1945

Medrano Enríquez, A. M.: “En busca de los muertos en campos de batalla (Guerra del Mixtón 1540-41). La aplicación de técnicas arqueológicas.”, en: Estudios de antropología biológica 12 (2005), 781-793

 Medrano Enríquez, A. M.: “Arqueología en un lugar de enfrentamiento bélico entre indígenas españoles durante la Guerra del Mixtón (1541)”, en: Arqueología colonial Latinoamericana. Modelos de estudio, García Targa, Juan (ed.) Oxford 2009, 53-63