HERNÁN CORTÉS

Y

EL CUATRICENTENARIO DEL HOSPITAL DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN Y DE JESÚS NAZARENO, I.A.P. EN LA CIUDAD DE MÉXICO

 

Página de relación

 

 

Xavier A. López de la Peña

 junio de 2007

 

Hospital de Jesús
 

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Hernán Cortés, forjado al crisol de su época era un homo religosus que se regía a través del poder de la iglesia y el Estado, y seguía con verdadero ímpetu su destino en pos de fortuna y gloria.

El móvil de la conquista de la gran Tenochtitlán en que estaba inserto para conseguir sus deseos tenía tres propósitos fundamentales: el económico, para hacerse de todo el oro y plata posibles mediante la esclavitud y la tributación (Sea un ome nescio et rudo labrador, los dineros le fasen fidalgo e sabidor. Quanto mas algo vale, tanto es mas su valor, el que non ha dineros non es de si señor); el político, que se orientaba a poseer la tierra y anexarla a la corona de Castilla, y el religioso: imponer la religión católica convirtiendo obligadamente a ella a los indígenas.

Los peninsulares como Hernán Cortés diferenciaban muy claramente lo español de lo indígena y con ello se instauraron los pueblos o reducciones de indios que sirvieron, a su vez, para facilitarles la evangelización, preservarlos de las costumbres del europeo y por último pero no menos importante, para poder disponer y controlar la mano de obra indígena.

Las zozobras de su increíble gesta enfrentaron inevitablemente a Hernán Cortés en contrapunto con la gloria de un lado, y la desolación, enfermedad y muerte, por el otro. Dios era el proveedor de todo. A Su voluntad se sometían la victoria o la derrota, la fortuna o el descrédito, la salud o la enfermedad, la vida o la muerte.

La caída de la Gran Tenochtitlán se ubicó en un engranaje en el que jugó un gran papel la enfermedad. La viruela (cocoliztli) y el sarampión (topitonzáhuatl) arrasaron inmisericordemente con la población indígena carente de inmunidad contra tan devastadoras enfermedades. Los españoles no la pasaron tan bien, diversas enfermedades infecciosas, parasitarias, carenciales, degenerativas, constitucionales y neoplásicas también les afectaron y la idea de combatirlas y paliarlas no fue ajena al pensamiento de Hernán Cortés. Surge entonces la idea de construir hospitales y el conquistador de Tenochtitlán, renombrada ahora como la Nueva España, dispone, desde luego, la fundación del Hospital de la Purísima Concepción. Sin embargo, su idea de construir un hospital no sólo seguía como objetivo el de atender a los problemas de salud, sino que se aparejaba con la de convertirse en una obra de expiación y redención de sus culpas. Esto se demuestra con lo que se lee en su testamento fechado en 1547 en que dice:

“E Rescebido muy grandes fabores e mercedes así en las victorias que contra (los enemigos) de su sancta fee católica yo tube y alcance, como en la pacificación y poblazón de todos aquellos Reynos, de que a Resultado y espero que a de Resultar gran seruycio a Dios nuestro Señor, en Reconocimiento de las dichas grasias y mercedes y para el descargo y satisfación de cualquiera culpa o cargo que pudiese agraviar mi conciencia de que no me acuerde, para mandallo satisfacer particularmente mando que se hagan las obras siguientes: Hordeno y mando que demás del dicho ospital que para el dicho Efecto mando hazer y se haga en la ciudad de mexico, según que de susso se contiene, se edifique en la mi villa de coyoacán, en la Nueva España, un monasterio de monjas yntitulado de la concebción….”. Y destina, para el sostenimiento del hospital, la Renta de las tiendas y casas que tiene en la ciudad de México. En la "plaza y calles de Tacuba y Sanct Francisco y la que atraviesa de la una a la otra, la cual dicha Renta mando que se gaste en la dicha obra y no en otra casa hasta tanto que sea acabada."

Xavier López-Medellín en el Hospital de Jesús. (Esta mesa ha pertenecido al patronato del
hospital desde hace siglos. Ahi estuvieron durante varios meses los huesos de Cortés cuando fueron examinados por los antropólogos en 1946-47.)

En fecha temprana como sería el 1524 Hernán Cortés ya había probablemente iniciado el Hospital de la Limpia o Purísima Concepción, o de Nuestra Señora en el sitio conocido como “Huitzilán” (palabra con origen en las dicciones mexicas, “huizitzillin”, chupamirto o colibrí y “lan”, abundancia o cerca y que por tanto significa: “lugar abundante en colibríes” o “cerca de los colibríes”), sitio donde 5 años antes, el 8 de noviembre de 1519 se reunieron por vez primera Moctezuma Xocoyotzin y Hernán Cortés. Ello se infiere ya que en un acta de Cabildo fechada el 26 de agosto de 1524, se hace referencia a que, con relación a la casa de Hernando de Salazar, se dice que está “tras de las casas de Alonso de Grado, que es al presente hospital”. El solar destinado por Cortés para el hospital estaba limitado al sur por las calles de Puente de San Dimas; Plaza de la Paja, al poniente; calle y Plaza de Jesús, al norte; y cerrada de Jesús al oriente.

De esta obra de Hernán Cortés resalta e impresiona que su edificación haya seguido la idea de un palacio y no la de una modesta, si no pobre o miserable construcción de asistencia a los enfermos sobre la devastada Tenochtitlán y que su dedicación a la Inmaculada Concepción obedecía, como ha sido registrado ampliamente, a la exaltada cuanto excepcional vocación religiosa del conquistador. No es ocioso referir que el culto a esta imagen religiosa se venía defendiendo desde la Edad Media en la que Sixto IV, por decreto fechado el 28 de febrero de 1476, determinó que su fiesta se celebrara en toda la Iglesia latina. Esta imagen religiosa y su culto la introdujo el propio Cortés en Tenochtitlán puesto que la enarboló como estandarte de la manera en que lo refiere Bernal Díaz del Castillo: “…la vandera que traía el Bolante era figurada la imagen de nuestra señora la Virgen Santa María”, estandarte o bandera que fue entregada, posteriormente, a sus aliados tlaxcaltecas.

El hospital de la Limpia o Purísima Concepción estaba dedicado a la atención de los españoles particularmente, aunque parece que eventualmente se recibían algunos indios. En 1554, de acuerdo con la obra Tres Diálogos Latinos del Dr. Francisco Cervantes de Salazar, en un pasaje los personajes Alfaro y Zuazo se refieren así sobre este hospital:

“Alfaro -Hermosa es la fachada y excelente la disposición del edificio. Pero ruégote me informes de lo que realmente constituye el mérito de tales fundaciones. ¿Qué enfermos se reciben y qué asistencia se les proporciona?"

“Zuazo -Admítese a todos los españoles que tengan calentura y son curados, con tal claridad y esmero, que no están asistidos mejor ni con más cariño, los ricos en su propia casa, que los pobres en ésta”.

El diseño arquitectónico del Hospital de Jesús siguió, según los entendidos, la del Hospital Mayor de Milán, obra de Filarete, o según la información dada en el tratado de Leone Battista Alberti (1404-1472) y más. Como quiera que sea, la construcción siguió la tónica renacentista española de planta de cruz griega con cuatro patios y algunas variaciones. El cantero portugués Diego Díaz de Lisboa dejó su nombre en una ventana fechada en 1535 y posteriormente intervino en alguna de sus múltiples reconstrucciones don Claudio de Arciniega, tracista, cantero y escultor, llegado a la Nueva España en 1558 acompañando al virrey don Luis de Velasco.

 

video Xavier López Medellín 2009

Hernán Cortés determinó para el mantenimiento del hospital, entre otros, varias de sus rentas así como de los diezmos sobrantes del Estado y Marquesado del Valle de Oaxaca, en lo que concierne a sus iglesias, acorde con el derecho que le aseguraba la Bula de Clemente VII fechada el 16 de abril de 1526, en la que se le daba facultad para “pedir y recibir los diezmos y primicias de los habitadores de la misma tierra”. Esta Bula, desde luego, fue objetada por el Emperador que con ello veía afectados sus intereses y en fin, tras varios litigios el sostenimiento del hospital quedó a cargo del gobernador del Estado y Marquesado del Valle, bajo la autoridad del juez conservador de éste.

El primer director del hospital fue el mercedario fray Bartolomé de Olmedo, capellán de las huestes de Hernán Cortés y, desde su apertura contaba con el servicio de un cirujano que percibía un sueldo de 70 pesos anuales, de un médico, de un barbero-sangrador y de enfermeros.

Diego Pedraza, cirujano y amigo de Hernán Cortés ofreció allí sus servicios, probablemente también lo hizo Francisco de Soto, cirujano-barbero o sangrador. Pedro López, el primero de este nombre en la Nueva España también asistió aquí atendiendo pacientes, y se estableció el primer departamento de cirugía del Nuevo Mundo en tierra firme.

En este hospital se realizó la primera anatomía (hoy autopsia) como refiere Cristóbal Méndez, médico español andaluz nacido en la villa de Lepe, provincia del Huelva, en el niño Villaseñor en 1536 refiriéndolo así: “Yo vide en México abrir a un niño de un muy honrado hombre que se decía Villaseñor, y no había cinco años, y le sacaron una piedra casi tamaña como un huevo, y según su cantidad que se le hizo antes que naciese”, como también de otras autopsias hechas por el Dr. Francisco Hernández, Protomédico, y por Alonso López de Hinojosos cuando la Nueva España era azotada por la epidemia de viruela o cocoliztle en 1576.

Fray Juan de Zumárraga, primer obispo y arzobispo de México, benefició de manera importante al hospital: “Cien pesos de oro de ley perfecta; son que se dieron para curar los pobres del ospital de Nuestra Señora, y para el cirujano en el año de quinientos y treinta, como parece por la cédula que dí para los oficiales de Su Majestad, á Antonio de Villaroel y á Soldevilla diputados e mayordomos de la cofradía de dicho ospital”; “Cincuenta pesos del dicho oro de ley perfecta; son que se dieron para el dicho ospital, para curar los dichos pobres en el año quinientos y treinta y uno, como parece por la cédula que dí para los oficiales de Su Majestad a Juan de Cáseres”.

El 6 de octubre de 1643 el doctor Juan Correa, nacido en la ciudad de México y cirujano del Santo Oficio desde 1641 además de catedrático de anatomía en la Universidad, realizó en el Hospital de la Limpia Concepción, en presencia del Protomedicato, de autoridades universitarias y de estudiantes, la autopsia en un reo ajusticiado.

Corriendo el año de 1663, la indígena Petronila Jerónima obsequia a la iglesia con la que contaba el hospital, una escultura representando a Jesús Nazareno con la cruz a cuestas. Fue tanta la devoción que dicha escultura inspiró en la población que, al correr del tiempo se cambió la advocación tanto de la iglesia como la del hospital de la Limpia o Purísima Concepción, por la de Jesús Nazareno, misma que perdura hasta la fecha.

En las postrimerías del siglo XVIII, de acuerdo con información que proporcionó Sigüenza y Góngora, el hospital contaba con la asistencia de tres capellanes dando consuelo a los enfermos, un administrador, un cirujano, un médico, un barbero, un enfermero mayor, una enfermera, cocineras, tres indios procedentes de Coyoacán para cuidar de la limpieza y ocho esclavos para realizar los trabajos domésticos. Contaba con una botica que surtía tanto la demanda interna como la externa de sus productos y se atendían alrededor de cuatrocientos enfermos anualmente con excepción de dar servicio a los desequilibrados mentales, a los enfermos de bubas, sífilis o lepra -que para ellos había otros hospitales-.

En el Hospital de Jesús se estableció la Academia Pro Regia, fundada por estudiantes de medicina en el siglo XVIII.

El 14 de septiembre de 1790 el virrey Conde de Revillagigedo escribe al Barón de Santa Cruz de San Carlos, gobernador del Marquesado del Valle de Oaxaca, solicitando el traslado de los restos de Cortés del convento de San Francisco de México a la iglesia del Hospital de Jesús. La respuesta la recibe el 22 de octubre de 1791 de parte de don Diego María Pignatelli, encargado de negocios del Duque de Terranova y Monteleone, heredero de Cortés, aceptando la sugerencia y desde Madrid manda el diseño del sepulcro. Este diseño lo recibe y acepta ejecutar el maestro don José del Mazo y ofrece hacerlo “de piedra de jaspe, sin cotel o villería y tecali, por la cantidad de $1 550.00 a los que agregaron $1 550.00 más que se pagaron al director de escultura de la Academia de San Carlos de México, don Manuel Tolsá, por el busto y escudo de armas que hizo en bronce dorado”. Dichos restos del conquistador fueron trasladados del convento de San Francisco a la iglesia del Hospital de Jesús el 2 de julio de 1794 por el Marqués de Sierra Nevada, entonces gobernador del Marquesado.

Las vicisitudes del movimiento independentista de México enardecieron los ánimos contra lo español en la Cámara de Diputados y el 6 de mayo de 1822 se pidió desde tan alta tribuna, “que se quitaran los restos de Cortés y demás insignias de nuestros opresores del templo de Jesús”. El provisor de la Mitra, en 1833, como medida cautelar, ordenó al “doctor don Joaquín Canales que inmediatamente procediese a sepultar con el debido decoro y en lugar seguro los huesos de Hernán Cortés, como se hizo, depositándose provisionalmente en el lado del frente del ángulo derecho del Evangelio bajo la tarima del altar de Jesús Nazareno”.

Con la ocupación del Hospital de Jesús por agentes del gobierno en 1833 desaparecieron los mármoles del sepulcro. Sin embargo, años antes habían sido enviados a Palermo tanto el busto como las armas de Hernán Cortés por disposición del Duque de Terranova.

Por Decreto del Gobierno de México de fecha 28 de diciembre de 1904, el Hospital de Jesús continuó sus labores como Institución de Beneficencia Privada (I.B.P.) y desde la independencia de la República hasta 1932, los Patronos-Directores del Hospital fueron los Príncipes Pignatelli, Marqueses del valle de Oaxaca y descendientes del conquistador de México, don Hernán Cortés.

De 1932 a la fecha el Hospital sigue prestando servicios, mejorando y ampliando sus instalaciones en beneficio de las clases más necesitadas, en la calle 20 de noviembre No. 82, en México, D.F.

      Foto: Felix Hinz

 

Bibliografía:

Aréchiga, Hugo/ Somolinos, Juan (compiladores). Contribuciones mexicanas al conocimiento médico. Secretaría de Salud/Academia Nacional de Medicina/Academia de la Investigación Científica/Fondo de Cultura Económica, México 1993

Chávez, Ignacio: México en la cultura médica. Instituto Nacional de Salud Pública/Fondo de Cultura Económica. México 1987

Junquera y Mato, Juan José: El hospital de Jesús de México y Claudio de Arciniega. Universidad Complutense de Madrid. España 1985

Santiago Cruz, Francisco: Los hospitales de México y la caridad de don Benito. Editorial Jus. Núm. 67. México 1959

Vargaslugo, Elisa: Imágenes de la Inmaculada Concepción en la Nueva España. Anuario de Historia de la Iglesia. año/vol. XIII. Universidad de Navarra Pamplona, España 2004

 

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